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Los paisajes vírgenes ya no existen

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El planeta Tierra se ha quedado sin paisajes vírgenes y el ser humano es responsable de ello. Esta es la conclusión principal de la última revisión exhaustiva llevada a cabo por el Instituto Max Plack para la ciencia de la historia humana (Alemania) y la investigadora Nicole Boivin de la Universidad de Oxford (Reino Unido) que ha analizado los datos arqueológicos de los últimos 30 años. El estudio evidencia una marca humana indiscutible con el paso de los años sobre la distribución de las especies y la evolución de los paisajes en el mundo.

Basándose en ADN, isótopos estables, microfósiles y nuevas técnicas computacionales, los científicos han identificado cuatro fases clave en las que la influencia del ser humano ha sido crucial en nuestro planeta y que ha acabado con toda señal de paisaje al que llamamos “virgen”:

Expansión del hombre durante el Pleistoceno tardío

El aumento de población y expansión por todos los rincones de Eurasia, Australia y América vinieron acompañados de una consecuente extinción de gran variedad de especies, sobre todo de grandes bestias, causando un efecto significativo en la estructura del ecosistema en general.

Ya no queda ni un solo paisaje virgen en la Tierra
Agricultura en el neolítico

La domesticación de ovejas, cabras y vacas y, posteriormente las aves, como los pollos, puso en jaque la evolución de muchas plantas y animales. Con el paso del tiempo, los pollos, por ejemplo ya superan en número a las personas en más de tres a uno a nivel mundial, según aporta el informe.

Colonización de islas

La colonización humana impone un paisaje transportado con nuevas especies, el fuego, la deforestación, así como las amenazas a animales depredadores y aves indígenas. Un nuevo desgarro del ecosistema.

Sociedades urbanizadas y comercio

El desarrollo del comercio desde la Edad del Bronce en adelante supone otro destacado eslabón en la pérdida de paisajes vírgenes. Los bosques indígenas de Oriente Próximo, por ejemplo, se convirtieron en campos de cultivo para la uva, el higo o la oliva, con una pérdida de terreno virgen de alrededor del 80-85% hace ya 3.000 años.

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