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Lo que los animales nos enseñan del sexo

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A la hora de usar una estrategia para conseguir pareja y aparearse, ciertas partes del cuerpo juegan un papel crucial. Por ejemplo, los dientes o el pelo destacan especialmente, porque son rasgos asociados a la salud. En el caso de las mujeres, sabemos que les gustan los hombres con cabellera densa, aunque los calvos también salen bien parados, por lo que no hay una conclusión certera al respecto. Quizá la clave está en la testosterona que circula por la sangre, responsable de la caída de pelo cuando está en niveles elevados. Asimismo, para los leones, el pelo es crucial. Las hembras prefieren a los machos con melenas tupidas de tonos oscuros. El color intenso y más negro se debe a la citada testosterona, una hormona asociada a una mayor agresividad. Esto funciona tanto para los humanos como para muchos otros mamíferos.

El olor también puede ser un factor decisivo. Los ratones y los lémures eligen con quien aparearse por medio del olfato, a través del cual detectan las diferencias genéticas y se aseguran así la diversidad. Las hembras de lemmings lo usan para decidir quién será su pareja: descartan por el olor a los subordinados y eligen a los dominantes. Los machos, por su lado, buscan hembras que no se hayan apareado para asegurarse que la descendencia es suya.

El olfato también es crucial para nosotros. Las mujeres resultan más atractivas en el periodo de ovulación. Se debe a que los hombres perciben su olor en esta fase como un conjunto de aromas dulces y placenteros, y así detectan inconscientemente el momento exacto en que una fémina está preparada para quedarse emba­razada. Del mismo modo, a ellos les gusta más la voz femenina cuando se acerca la ovulación. Es decir, no saben que lo saben, pero les atrae todo cuando ellas se encuentran en ese periodo del ciclo.

Por su parte, cuando los hombres se acicalan, las colo­nias y desodorantes podrían estar bloqueando un poderoso factor de atracción masculina para las mujeres. Investigadores de la univer­sidad alemana de Bonn llevaron a cabo un experimento en el que hacían oler a un grupo de féminas camisetas que habían sido usadas varias noches consecutivas por hombres a los que se prohibió usar desodorantes y jabones. Después les tomaron muestras de saliva para medir la testosterona y el cortisol, una hormona que aporta información sobre el sistema inmune. Pues bien, las mujeres preferían las prendas con niveles más altos de estas sustancias, pero solo cuando ellas estaban en el pico de su periodo fértil.

Pero ¿qué contienen las moléculas de olor para que nos hagan escoger a alguien o descartarlo? Estudios recientes apuntan que, como hacen los lémures, cuando olisqueamos a otra persona obtenemos información sobre su calidad y diversidad genéticas. A la hora de la reproducción, elegimos a los que son más distintos de nosotros. Las ventajas de esto es que, además de evitar cruzarnos con un familiar, aportamos más variedad de genes a la descendencia para que dispongan de distintas armas y defensas con las que afrontar enfermedades. Quizá esta sea la razón por la que nos gustan los hombres y mujeres exóticos.

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