Ernesto Gómez Cruz fue una figura emblemática del cine mexicano, cuya vida y obra dejaron una huella imborrable en la industria cinematográfica. Nacido el 7 de noviembre de 1933 en Veracruz, México, su trayectoria abarca más de seis décadas, durante las cuales su talento y pasión por la actuación se manifestaron en cada uno de sus proyectos.
Desde joven, Ernesto mostró un interés por la música, pero la timidez y la inseguridad lo llevaron a abandonar esta aspiración. Sin embargo, fue este giro del destino el que lo condujo hacia el arte dramático, impulsado por un amigo fotógrafo. Su decisión de mudarse a la Ciudad de México para estudiar en el Instituto Nacional de Bellas Artes fue determinante para su futuro en el espectáculo. Este amigo jugó un papel crucial al motivar a Gómez Cruz a explorar el teatro, lo que eventualmente lo llevó a estudiar en Bellas Artes y a iniciar su destacada carrera en la actuación.
La carrera de Gómez Cruz fue prolífica, participando en más de doscientas películas y colaborando con directores de renombre como Miguel Littin, Felipe Cazals, Arturo Ripstein y Luis Estrada. Entre sus colegas, compartió escena con figuras como Damián Alcázar, Ignacio López Tarso y Pedro Armendáriz Jr., estableciéndose como uno de los actores mexicanos con más premios y nominaciones a los Arieles, solo superado por Alcázar.
Sus roles en el cine y la televisión abarcaron una amplia gama de personajes, desde papeles protagónicos hasta participaciones especiales en series biográficas y telenovelas. Entre sus contribuciones más destacadas se encuentran «Los Caifanes» (1967), «Maten al león» (1977), «Cadena perpetua» (1979), «El crimen del padre Amaro» (2002), «Un mundo maravilloso» (2006) y «El infierno» (2010), demostrando una versatilidad que le permitió explorar diversos géneros, desde el drama hasta la comedia y el crimen.
A lo largo de su carrera, Ernesto fue galardonado con varios premios Ariel, incluido el Ariel de Oro en 2014, reconociendo su contribución extraordinaria al cine mexicano. Además, recibió premios por sus actuaciones en películas como «El imperio de la fortuna» y «Cadena perpetua», y fue honrado en el Festival de Cine de La Habana por «El imperio de la fortuna».
Más allá de sus logros profesionales, Ernesto Gómez Cruz fue un hombre apasionado por el cine, un arte que lo llevó a explorar la complejidad de la condición humana a través de sus roles. A pesar de su reticencia inicial hacia la música, su carrera en la actuación demostró que el arte puede encontrar su camino en las formas más inesperadas. La industria cinematográfica mexicana, así como los aficionados al cine en todo el mundo, sin duda extrañarán su presencia en la pantalla.
Ernesto Gómez Cruz, con su prolífica carrera y sus memorables actuaciones, permanecerá como un ícono del cine mexicano, cuya obra continúa inspirando a nuevas generaciones de actores y cineastas. Su legado no solo se mide en los premios recibidos o en la cantidad de películas en las que participó, sino también en el impacto duradero que tuvo en el corazón de aquellos que tuvieron el placer de verlo actuar. Su partida deja un vacío en el mundo del entretenimiento, pero su luz seguirá brillando a través de cada rol que interpretó, recordándonos el poder transformador del cine.
Gracias por tanto.
