Inicio ESTILO DE VIDA ¿Quién fue el ‘estudiante del siglo’ más falso?

¿Quién fue el ‘estudiante del siglo’ más falso?

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En el año 2000, el joven argentino Marcos Castagno, un estudiante de ingeniería electrónica de 22 años, le contó a su jefe de estudios que había ganado el premio al “estudiante del siglo”, que la Fundación Motorola otorga cada año, por haber inventado una cafetera que funcionaba a través de comandos de voz.

El jefe de estudios a su vez dio la noticia al rector, que se entusiasmó con ello y, sin perder un minuto, se lo contó a un diputado.

La mentira fue extendiéndose hasta llegar a oídos del gobernador de la provincia, José Manuel de la Sota.

La fama del muchacho creció como la espuma y su historia se publicó en los periódicos más importantes; se relataba que el electrodoméstico, además, hablaba y contaba con un sistema computerizado con planos de la ciudad y con los recorridos de los transportes para guiar al usuario hacia su destino.

El chico se volvió una celebridad y todos los medios cordobeses querían entrevistarlo. Marcos les comentaba orgulloso que su invento, además de reconocer la voz del usuario, podía hablar y su computadora interna podía ayudar a elegir los recorridos del transporte urbano, ya que tenía incorporados los planos de la ciudad. La hazaña le había costado ocho meses de trabajo en conjunto con otros tres compañeros. En Las Varillas, su ciudad natal, se convirtió en un héroe, a tal punto que llegó a desfilar en el camión de los bomberos por las calles del pueblo.

Con la fama a cuestas, aseguró que fue invitado a visitar Japón para exponer su invento.

Tras hacerse famoso por una mentira que todos ignoraban que lo fuese, quisieron enviarlo a Japón para exponer su invento. Ante este problema, el ingenioso embustero aseguró que había sido asaltado y que le habían quitado su «prototipo».

Este incidente generó sospechas porque su relato resultaba tan inverosímil que hizo dudar a todo el mundo de la existencia del invento y del premio.

Una investigación posterior confirmó la farsa: nunca existió el premio, ni la cafetera, ni el asalto, ni siquiera había salido del país.

Finalmente, Marcos confesó que todo había sido un embuste.

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