En las parejas actuales suelen trabajar los dos fuera de casa, con lo que esta situación no se da tanto, pero en la gente mayor es más acusada. De hecho, el aumento de los síntomas de ansiedad y depresión en mujeres cuyos maridos se han retirado es tan patente que ya se ha acuñado un término para este fenómeno:
síndrome del marido jubilado. El médico japonés Nobuo Kurokawa fue quien descifró este concepto en la década de los noventa. Observó que en su país, donde la quinta parte de la población tiene más de 65 años, resultaba muy frecuente un empeoramiento de la salud mental de las esposas cuando su pareja dejaba de trabajar definitivamente. Los síntomas clásicos eran los problemas de sueño, la desmotivación, el aumento del estrés o la disminución del apetito.
Las causas de este malestar provienen de la mezcla de sentimientos que viven muchas mujeres en esa etapa. Por una parte, tanto para ellas como para su pareja, dejar de trabajar parece un motivo de alegría. Para el imaginario colectivo, la jubilación es el sueño que esperamos durante toda nuestra vida laboral. Pero hay muchas variables asociadas al retiro que no tenemos en cuenta. Por una parte, el jubilado puede sentirse al principio perdido y sin sentido vital. Por otra, la pareja sufre el estrés de una convivencia a la que no está habituada. El marido sin nada que hacer tiende, además, a meterse en espacios personales de su compañera que hasta ahora había respetado. En culturas en las que se fomenta un papel más sumiso en las esposas resulta más difícil resolver este conflicto. La mujer del jubilado tiende a esconder los sentimientos negativos que le causa la situación y trata de fingir que vive en un falso estado ideal.
