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Locuciones – Hacer que suceda, dejar que suceda

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Por: Fernando Plascencia

Aunque no lo sepan, algunos estados, incluido el de Jalisco, están más cerca de un tipo de eutanasia de lo que creen. Todo esto cuando no existe legislación y solo se han asomado esfuerzos progresistas que empujan esta agenda con ánimos de que ideas como la dignidad de la muerte se implanten y se acepten en los pensamientos de la sociedad.

Aunque sigue siendo un debate abierto en el mundo, por desgracia casi nulo en nuestra ciudad, debemos primero distinguir que en la literatura se reconocen tres tipos de eutanasia. En primer lugar la voluntaria, donde A termina con la vida de B y este lo solicitó por su bien; la no voluntaria que tiene la característica que la persona fallecida no pudo decidir y no manifestó sus deseos; y la involuntaria, la cual la persona que muere pudo haber dado su consentimiento, pero no lo dio por diversas razones.

A decir verdad, las tres razonan a dos ideas importantes, a saber, que pueden ser activas o pasivas. La primera funciona a partir de una acción, como aplicar una inyección y en la segunda, una omisión, como dejar de suministrar un medicamento.

La eutanasia ha sido un paradigma en muchas sociedades, aceptada en algunas y rechazada en otras cuantas. Tenemos evidencia que ha sido usada desde hace milenios y en la actualidad es permitida en Canadá, Bélgica, Luxemburgo, Colombia, Nueva Zelanda y España.

Por otro lado, el argumento más conocido de la permisibilidad de la eutanasia es el de evitar sufrimiento, con un sentido de otorgar al máximo la dignidad al enfermo. Podemos decir, entonces, que el Estado mediante un acto de compasión puede tener el poder de evitar suplicios innecesarios.

Se contabiliza que en México solo el 3 % personas con enfermedades crónicas tienen acceso a cuidados paliativos, la pregunta es qué pasa con el otro 97 %. Esto seguramente coloca a un gran universo a tener la posibilidad de evitar su sufrimiento. Sin duda se trata de una omisión cargada de negligencia, pues por un lado no dota a la población de cuidados terminales, pero tampoco discute la eutanasia; se trata de una escena poco deseable.

La contradicción entre el no legislar la eutanasia y por otro lado permitir que miles de personas mueran por falta de tratamientos, sin cuidados paliativos, vuelve al estado en un estado responsable, pero que a todas luces está dejando morir a la población de una manera involuntaria, porque los pacientes pudieron elegir entre morir dignamente o dejarse morir, pero no se les brindó la posibilidad.

Existe también una distinción importante en la literatura entre “hacer que suceda” o “dejar que suceda”. Se entiende que no todas las muertes son eutanasias, porque esta solicita que sea ocasionada de manera deliberada. De la misma manera, existen formas diferentes de hacer que suceda una muerte sin intervención, una clara es que el enfermo decida que no se le suministre medicamento alguno y que por decisión propia, decida partir de este mundo, o la otra, que creo es la que se debiera evitar, no tener suficiente infraestructura para otorgar cuidados a enfermos terminales.

Estamos pues a tiempo de debatir en forma este tema. No hay tiempo que perder, urge eliminar la idea normal que matar y dejar morir es moralmente malo, porque aunque parezca extraño, no todas las personas aman la vida. La eutanasia brinda la oportunidad de darle muerte a quien no solo la quiere, sino le hace bien.

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