Por: Salvador Cosío Gaona
Al hacerse ya imposible seguir soportando la violencia que enfrentan cotidianamente y de la falta de garantías para su seguridad por parte del gobierno de su estado, habitantes de un poblado en el municipio Chilapa de Álvarez, en Guerrero, en el sur de México, formaron su propia policía comunitaria, a la que sumaron incluso a niños de entre 8 y 14 años de edad, a los que han armado y entenado para salir en defensa de sus hermanos menores y sus mamás, pues en muchos de los casos sus padres han sido asesinados a manos de criminales.
Las imágenes de estos niños vestidos de policías dieron la vuelta al mundo en días recientes; son las más tristes y dolorosas que alguien pueda imaginar; eran niños armados, ahora no con palos sino con armas de verdad, para defender a su comunidad de los grupos del crimen organizado que azotan a la región y que en muchos de los casos los han dejado huérfanos.
En mayo del año pasado, niños de esta región habían declarado la guerra al crimen aunque usando solamente palos como si fueran escopetas. Pero, a pesar se que activistas habían denunciado por años el reclutamiento de menores por los grupos criminales no se habían visto fotos de niños armados hasta el pasado 22 de enero, cuando una veintena de niños fueron presentados como policías comunitarios en el municipio de Chilapa de Álvarez, Guerrero.
Los menores, fueron presentados por la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Pueblos Fundadores (CRAC-PF) en una especie de práctica militar, en plena carretera.
La decisión de integrar a infantes como guardias de su comunidad – la primera vez que se llevó a cabo esa acción fue en mayo de 2019– ocurrió luego del asesinato de diez músicos indígenas en un ataque armado en Chilapa.
Los menores de las comunidades de Ayahualtempa y Alcozacán marcharon por las calles del poblado como una presentación oficial ante la comunidad.
«Nosotros hemos aprendido a defendernos del crimen organizado porque las autoridades no lo han hecho», le dijo a BBC Mundo Bernardino Sánchez Luna, consejero de la CRAC-PF.
Sánchez afirma que no es por gusto que han decidido entrenar a los niños, sino por necesidad.
«Todos aquí estamos en riesgo, sufrimos levantones, secuestros, asesinatos. También los niños están expuestos a eso y también tienen que protegerse a sí mismos . Los estamos preparando para que al menos puedan correr cuando se necesite».
Las comunidades son pobres. Sobreviven de la siembra de calabaza, maíz y frijol. Algunas solo tienen educación primaria y no hay hospitales.
Sánchez explica que los niños no han sido entrenados de una forma constante sino solo en contadas ocasiones.
«Quienes critican esto es gente que nunca ha vivido en medio de la violencia. Que no sabe que defenderse es una cuestión de sobrevivencia».
Asegura que las 16 comunidades agrupadas en la CRAC-PF son las únicas que han resistido al narco en la región. «Por eso quieren acabar con nosotros», concluye.
«La CRAC-PF tiene todas las características de ser considerada una autodefensa legítima», declaró el director del diario El Sur, Juan Angulo Osorio, quien afirma que resuelven sus asuntos en asambleas, por usos y costumbres y que se circunscriben a sus comunidades, no hacen movimientos ofensivos. No usan armamento de alto poder, sino escopetas y rifles de caza.
«Sus cargos son nombrados en asamblea y son rotativos. Están un tiempo en la policía y luego regresan a sus actividades».
Después de que las imágenes de los niños armados fueran conocidas en todo el mundo, el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo, fue a dialogar con los representantes de las comunidades. Les prometió incrementar la seguridad en la zona.
Y cuando uno se pregunta si los padres de familia están de acuerdo con que sus hijos sean entrenados y armados, uno se encuentra con testimonios como el de David Sánchez, quien dejó que sus hijas de siete y 10 años recibieranentrenamiento para aprender a disparar armas, luego de que su suegra y abuela de las niñas fue torturada y hallada muerta tras aventurarse fuera de su pequeña comunidad rodeada de cárteles mexicanos de la droga.
Incapaces de enviar a sus hijos a la escuela y demasiado temerosos de salir de su enclave conformado por 16 comunidades entre las montañas del suroccidental estado Guerrero, los pobladores aseguran que les quedan pocas opciones.
“Esto lo hacen para prepararse y defender a la familia, sus hermanos y defender el pueblo”, dijo Sánchez, un agricultor de una accidentada región que hace cinco años formó una milicia de “policía comunitaria” de autodefensa para protegerse.
Los ancianos de la comunidad principalmente indígena aseguran, en privado, que los niños pequeños no serían utilizados para luchar contra los pistoleros de los grupos criminales, aunque dicen que han intentado obtener la ayuda de funcionarios en Ciudad de México en medio de la desesperación.
El mes pasado, 10 músicos del área fueron emboscados y asesinados por presuntos miembros del cártel que domina la región, conocido como Los Ardillos después de salir del territorio custodiado por miembros de la autodefensa, conocida como CRAC-PF. Sus cuerpos fueron quemados por miembros de uno de los grupos más violentos que operan en México, que acostumbran a calcinar a sus víctimas.
El ataque siguió a una serie de crímenes en el último año, incluida una decapitación, que sacudió a los 6,500 habitantes de la región, cuya exuberante tierra se encuentra en medio de fértiles cultivos de amapola que alimentan el comercio de heroína y las rutas de suministro hacia Estados Unidos.
Los constantes ataques y las condiciones de asedio que enfrentan los pobladores enfatizan el poder del cártel y el fracaso de las autoridades.
Los vecinos siguen desconfiando profundamente de las autoridades regionales y del puñado de policías locales, a quienes acusan de ser los ojos y oídos de Los Ardillos.
Los padres dicen que sus hijos se ven obligados a dejar la educación una vez que alcanzan los 12 años, ya que las escuelas intermedias están en territorio controlado por el cártel.
Abuner Martínez, de 16 años, dejó de asistir al colegio hace un año después de que su padre fue secuestrado fuera del territorio CRAC-PF, torturado y luego decapitado.
“Yo al momento me asusté, yo no quería ir a la escuela”, dijo Martínez, quien ahora empuña una escopeta mientras vigila un puesto de control.
Los Ardillos quieren extorsionar a los agricultores y obligarlos a cultivar amapola para el cártel, relató el hermano de Luna, David, quien fundó el CRAC-PF. “Nos encontramos sitiados”, dijo.
La llamada CRAC-PF repelió un gran ataque de Los Ardillos en enero de 2019, pero los habitantes de la región viven con miedo a que la sirena, un sistema de alarma de la comunidad, vuelva a sonar.
Los agricultores cuidan sus campos de maíz con escopetas colgadas de sus espaldas, mientras que los milicianos armados del CRAC-PF vigilan y patrullan su territorio las 24 horas.
El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que quienes arman a los niños “deberían avergonzarse de sí mismos” y denunció el uso de menores de edad para llamar la atención.
Por su parte el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Alfonso Durazo Montaño, anunció que revisarán el funcionamiento de las policías comunitarias.
«Es lamentable que adultos irresponsables armen a jóvenes que no tienen, en el mejor de los casos, ninguna posibilidad de defenderse», sentenció el funcionario.
En tanto, al pie de un frondoso cerro del estado de Guerrero, una docena de niños ensaya posiciones en una cancha de basquetbol, pero no para aprender a lanzar la pelota sino a disparar las armas largas que cargan a cuestas.
“¡Posición 3!”, grita firme Bernardino Sánchez, integrante de la policía comunitaria que custodia 16 pueblos de esta zona de Guerrero: la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de Pueblos Fundadores CRAC-PF, creada para hacerle frente al crimen organizado y con unos 600 integrantes que denuncian la indiferencia del Estado.
La fila de niños, ataviados con cubre bocas y roído calzado artesanal, se convierte al instante en una imaginaria línea de frente de combate cuando se tiran con completa seriedad pecho tierra encañonando con mirada fija al vacío.
@salvadorcosio1