En su ‘discurso sobre el estado de la Unión’ el patán y palurdo mercader neoyorquino sicofante de la política llamado Donald Trump, quien desde el pasado 20 de enero de 2017 es el Presidente de Los Estados Unidos de América, reitera su proclama ofreciendo se cumpla el famoso ‘sueño americano’ con el que pretende engrandecer a su país y los que en esa nación habitan y acentúa que como parte fundamental para lograrlo debe construirse el famoso muro interfronterizo, no ceder en cuanto al tema de la prisión y territorio ocupado en Guantánamo, Cuba y acendrar la política de rechazo al inmigrante ilegal y enfatizó: «Este es nuestro nuevo momento americano», y apeló a los grandes valores del sueño americano y acabó exigiendo el muro con México.
Quiso ser moderado y solemne, pero ordenó la continuidad de la prisión de Guantánamo. Ofreció unidad a una nación fracturada y al final sólo puso sobre la mesa más polarización y rechazo a los inmigrantes. Al cabo de más de una hora de intervención, Trump terminó siendo Trump, el presidente de la división.
Trump llegó al Congreso después de haber mantenido tres días de excepcional sobriedad tuitera y se dirigió a Estados Unidos con voz grave y un discurso, por momentos, ortodoxo. Desde el primer momento se advirtió la ausencia de su antiguo estratega Steve Bannon, el ideólogo del odio y de sus proclamas más salvajes.
El resultado fue una intervención muy del gusto republicano, que buscó elevarse por encima de las peleas tribales, pero que no pudo escapar del propio muro que, día a día, durante 12 vertiginosos meses ha construido. No hizo falta que hablase de la trama rusa ni de fake news, Tampoco que insultase. Sus propios demonios, desde la criminalización del inmigrante al desdén a los derechos humanos, acabaron ahogando sus promesas de unidad y un futuro mejor. En un país con 13 millones de sin papeles, Trump no dudó en vincular la “inmigración ilegal” con la criminalidad y las drogas. “Este es nuestro nuevo momento americano.
Nunca hubo mejor tiempo para empezar a vivir el sueño americano. Esta noche hablaré del futuro que tendremos y del tipo de nación que seremos. Todos nosotros, juntos, como un solo equipo, una sola persona y una sola familia americana”, afirmó al inicio de su alocución, en un intento de salir de la paradoja en la que vive atrapado.
Trump no ha logrado quebrar el maleficio que le persigue desde el primer día. Su valoración es la peor desde que se tiene registro, y la fractura social se ha ahondado como nunca en medio siglo. Esta quiebra en la confianza tiene su reflejo en el Congreso. De poco ha servido que los republicanos controlen la Casa Blanca y las dos Cámaras. La incapacidad del presidente para el pacto llevó hace apenas 10 días al cierre de la Administración federal. Su reapertura se logró tras un acuerdo agónico que dio de plazo hasta el 8 de febrero para resolver el destino de los dreamers (soñadores), los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos siendo menores y ahora ven crecer ante sus ojos la amenaza de la deportación.
Ante congresistas y senadores Trump buscó tender puentes con un mensaje de concordia y dijo : “Esta noche tiendo una mano para trabajar con los miembros de ambos partidos, demócratas y republicanos, para proteger a nuestros ciudadanos, de cualquier origen, color y credo. Las comunidades que luchan, especialmente las comunidades inmigrantes, serán ayudadas por políticas migratorias que se enfocan en el interés de los trabajadores americanos y las familias americanas”.
Aunque en los planes de su Administración, China y Rusia han cobrado la dimensión de adversarios estratégicos, en su discurso tocó poco sobre el tema y dedicó más atención al terrorismo internacional y anunció una orden ejecutiva para asegurar la continuidad de la terrible prisión de Guantánamo. Irán, Cuba y Venezuela también fueron blanco de su censura, pero la preeminencia se la llevó Corea del Norte, “la más brutal y cruel dictadura de planeta”. “Aplicaremos una política de máxima presión”, afirmó, al tiempo que rendía homenaje a los padres de Otto Warmbier, el estudiante estadounidense que murió después de penar absurdamente en prisiones norcoreanas.
Fue un recorrido de músculo donde el tal Trump se mostró más claro que en otros apartados y pudo apelar al sentimiento patriótico que tanto le gusta y resumió: “La debilidad es el camino más seguro hacia el conflicto. Y un poder sin par es la forma más segura de defensa”. La intervención terminó como empezó. Con una apelación al sueño americano y a la unidad de la nación. “Mientras confiemos en nuestros valores, en la fe en nuestros ciudadanos y en Dios, no fracasaremos”, dijo el presidente bajo una atronadora ovación de sus seguidores republicanos. La bancada demócrata mantuvo el silencio pues lejos de haberles convencido, Trump había expuesto otra vez la gran fractura que les separa.
Como un ingrediente más para incentivar el grado calórico de la hoguera de las vanidades del mercader neoyorquino sicofante de la política llamado Donald Trump quien para infortunio del mundo es desde el pasado 20 de enero el Presidente de Los Estados Unidos, y además significando un pretexto más para que siga empujando la revisión de los acuerdos comerciales de su país con varias naciones del orbe y especialmente para la anulación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ahora resulta que el déficit comercial del vecino país frente al entorno global se incrementó un 12% durante el primer año de gestión presidencial del payaso lenguaraz que habita la Casa Blanca. La balanza comercial del vecino país sufrió un destacado deterioro el pasado ejercicio, al elevar su déficit hasta los 566,000 millones de dólares. Es el nivel más alto en nueve años y tal cual se dice, representa un incremento del 12.1% al compararlo con el del 2016. La tendencia va en sentido opuesto a la promesa que hizo el tal Trump en cuanto a generar superávit y ello podría forzarle a adoptar acciones proteccionistas mucho más contundentes.
Trump ofreció durante su campaña electoral que acabaría con el déficit en su primer año de gobierno o como mucho en dos -diria Peña Nieto : ‘en un año, no, en menos, ¡en cinco!’-, más como un dato clave se tiene que la brecha comercial con China ya creció al nivel resultante del ejercicio anterior cuando solo se llevaban nueve meses de dicho año, al cerrarse el año 2017 ascendió a 375,200 millones, lo que significa un 8.1% más que en 2016. El fracaso en su batalla contra el déficit es más evidente en el caso de México, pues el desequilibrio creció un 10.5%, una cifra récord de 71,060 millones de dólares, por encima del registrado por Japón, que fue de 68,800 millones de dólares y el de Alemania que fue de 64,200 millones de dólares, en contraste con el saldo negativo de la balanza comercial del vecino país con Canadá, que llegó solo a 17,500 millones de dólares.
La última vez que el pais del norte tuvo un mes con superávit en la balanza comercial fue hace ya casi veinticinco años. El superávit ocurrido en el mes de diciembre pasado se elevó a 53,100 millones, tras subir un 5.3%.
Por más que el gobierno a cargo del fantoche neoyorquino presuma que las importaciones crecieron mucho y llegaron a los 2.3 billones de dólares, en una tendencia que los economistas esperan continúe como reflejo del impulso de la reciente reforma fiscal, las importaciones crecieron más y llegaron hasta los 2.9 billones de dólares.
El deterioro de la balanza comercial coincide, en paralelo, con un debilitamiento del 10% en el dólar durante el último año cuando se compara con la cesta de grandes divisas. Aunque la depreciación del billete verde refleja la buena marcha de la economía global, también es consecuencia de la estrategia del gobierno del vecino país por atraer inversiones a corto plazo para impulsar la economía. Una moneda débil hace que las exportaciones sean más baratas, pero también genera un riesgo del lado de la inflación al encarecer los productos y servicios que llegan desde el exterior. El incremento del déficit comercial es una indicación, además, de que la economía norteamericana crece con solidez, apoyada por un consumo interno robusto que demanda más bienes que no se producen en ese país. El tal Trump ha venido utilizando un discurso muy de confrontación al referirse al desequilibrio comercial como cuando dijo en su primer discurso sobre el estado de la Unión : “Se acabó la era de la rendición económica”, denotando que está siguiendo una línea especialmente dura con Canadá y México, sus dos socios en el TLCAN, que está en proceso de renegociación y tal cual ofreció en la campaña electoral dijo con énfasis: “que arreglará los malos acuerdos comerciales que sacrifican la prosperidad de Estados Unidos de America y provocan la deslocalización de empleos, para procurar relaciones comerciales que sean justas y recíprocas”, al tiempo que anticipó un endurecimiento en la aplicación de las reglas comerciales para asegurarse de que se respetan. El déficit comercial acentuado está provocando aumento en el delirio del payaso lenguaraz por acabar con tratados y acuerdos comerciales y buscar nuevos esquemas de dominación política vía la hegemonía mercantil de su país, al precio que sea.
@salvadorcosio1
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