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Deja ya de buscar la escuela perfecta

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Cuando mi hijo mayor estuvo en edad de ir a la escuela, en mi segunda visita encontré la escuela perfecta. Sin embargo, como bien me advertían las mamás de niños mayores, eso de encontrar escuela preescolar es pan comido en comparación de tener que encontrar una primaria que te guste para tus hijos. Es una tarea realmente complicada, sobre todo porque solemos fijarnos en demasiadas cosas que no necesariamente son las más importantes.

Las expectativas suelen ser altísimas. Lo queremos todo. Y ya saben a qué me refiero. Queremos que sean firmes, pero que también los apapachen. Que aprendan muchas cosas, pero que no los presionen. Que no los vayan a consentir demasiado, pero que tampoco sean un número más. Vaya, una serie de contradicciones que dependerán en gran medida del estilo de crianza que practiquemos. Sin embargo, todas nuestras exigencias suelen describirse en querer encontrar LA ESCUELA PERFECTA.

De una vez les digo que eso no existe. No hay una escuela perfecta para nuestros hijos. Debemos aceptar que todas las instituciones educativas tienen aspectos que no nos acabarán de gustar o acomodar, y ahí es donde debemos ver qué estamos dispuestos a soportar y qué no.

Además, no importa lo que te digan los demás de ese lugar: hasta que no estés ahí y lo vivas, no sabrás de qué se trata. Y de un hijo a otro puede cambiar mucho la experiencia. Es todo un volado.
Todos los colegios tienen sus buenas temporadas y sus malas rachas. También hay aquellos que viven de la pura fama y de una idea que le venden a los padres: que si sus hijos estudian ahí durante 12 años, saldrán para convertirse en universitarios exitosos. Por eso también se dan el lujo de tener listas de espera y de cobrar colegiaturas carísimas.

He visto muchos escenarios increíbles en esto de la oferta educativa, y muchas locuras que cometen los padres con tal de que sus hijos continúen sus estudios en la escuela de sus sueños (de los papás, no de los niños). Por eso puedo decirles que todo está muy mal entendido. Una escuela no es mejor que otra por ser más cara, ni por tener mejores instalaciones. Tampoco por optar por un sistema educativo alternativo o por ser el más estricto de los tradicionales.

«El que es perico, donde quiera es verde», decía mi abuela, y esto se puede aplicar a que el niño que quiera estudiar, trabajar, esforzarse, lo hará en donde sea, y el que no, ni la mejor escuela le garantizará un éxito profesional. Por supuesto que habrá unos colegios más adecuados que otros dependiendo de la personalidad del niño, pero al final, cualquier escuela puede resultar buena, y no lo olvidemos nunca: lo más importante, que es su formación humana, se la daremos los padres.

Por eso, más allá de prácticas pedagógicas, tendencias culturales, bilingüismo o cualquier promesa de excelencia que pueda ofrecer una escuela, lo mejor en lo que uno se puede fijar es en lo siguiente:

1- Que tenga un ambiente social en el que todos se sientan a gusto

Este me parece el más importante y del que se va a derivar todo lo demás. Si la comunidad escolar de la institución que elegimos es muy parecida a nosotros como familia, es muy probable que todo lo demás también encaje.

2- Que esté dentro de un rango de precio razonable para tu economía familiar

Las familias suelen hacer unos sacrificios tremendo para pagar la educación de los hijos creyendo que es la mejor inversión que pueden hacer en ellos, y eso no necesariamente es cierto. Mejor pagar una escuela de precio moderado, e invertir en viajar juntos y aprender de esas vivencias.

3- Que esté cerca de tu casa (o no demasiado lejos)

El tiempo invertido en trayectos puede afectar la calidad de vida en general de las familias. Seguramente hay más de 10 escuelas a menos de veinte minutos de tu casa. Quédate con una de esas opciones. A la larga verás los beneficios. Por algo se dice que la mejor escuela es la que queda cerca de tu casa.

Yo lo resumo de esta sencilla manera. Hay quienes me dicen que estoy mal y que estoy privando a mis hijos de privilegios que podría darles, pero yo estoy convencida que es así de simple como se los pongo. Si quieren aprender japonés, alemán o francés, ya lo veremos en su momento. Si quieren sobresalir en cualquier área, también habrá forma de apoyarlos. Por lo pronto están en una escuela «normal» en la que disfrutan lo que cualquier niño goza a su edad: de sus amigos, de la hora del recreo y de cuando llegan las vacaciones.

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