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Qué hacer cuando eres el último soltero de tus amigos

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Uno de los momentos más traumáticos en la vida de cualquier niño es cuando, durante el recreo o en la clase de deportes, se tienen que formar equipos. A menos, claro, que este haya sido dotado con cualidades físico-atléticas sobresalientes y, entonces, sea él quien posea el poder de elegir a sus compañeros. En esta despiadada actividad, uno a uno se eligen a los más competentes, hasta que, finalmente, queda el marginado con el que alguien se tiene que quedar.

Lo bueno es que, en teoría, las relaciones interpersonales no son como la escuela. Conceptos como el del “solterón” o “quedado” (sin importar su género) suenan prehistóricos en estos tiempos. Los compromisos son diversos, flexibles y tolerantes en la mayoría de los casos. Quienes no los acepten de esta forma no son más que un sarta de retrógradas. Eso no quiere decir que sea fácil para alguien quien no tiene pareja y menos, cuando el resto de sus conocidos sí.

Últimamente este ha sido mi caso. Todos mis grandes amigos son parte de algún tipo de relación formal. Incluso los que se divorciaron han encontrado nuevos amoríos y se comportan como adolescentes, enviando mensajes de texto melosos cada tres minutos.

El primer problema que me viene a la mente que he enfrentado ante esta situación es el aceptar que uno ha dejado de ser prioridad en la vida de sus amistades. Antes, no se despejaban las agendas, hasta para los planes más sosos y no había quien se los perdiera. Desde conciertos de (malas) bandas emergentes en bares cutres, hasta reuniones improvisadas en una casa para comer pizza y beber cerveza. Ahora, organizar una salida a cenar para festejar un cumpleaños requiere de protocolos dignos de una visita de Estado. Ante esto, lo mejor es resignarse y disfrutar de ellos cuando ellos puedan.

Otro momento que se convierte en un hito dentro de un grupo de amigos es cuando alguno tiene hijos. Su rutina se militariza y, como es de esperarse, al final de la jornada y tras lograr que los bebés se duerman, lo último que quieren él y su pareja es salir de casa. Basta compartir una tarde con ellos y sus criaturas para tenerles toda la compasión del mundo. A estos amigos prácticamente hay que darlos por perdidos, a menos que encuentren un momento para desayunar o acompañarlos en uno de sus viacrucis diarios. Quién sabe, tal vez se despierte en uno el deseo por reproducirse, aunque en lo personal, me ha pasado todo lo contrario.

Aunque es probable que el peor de los conflictos que provoca el ser el soltero de un grupo son los múltiples cuestionamientos sobre el estilo de vida que uno lleva. Al final, muy en el fondo, sí damos un poco de lástima como aquel niño que es elegido al último en un equipo. Sobre todo si ese estado de soledad es involuntario. Si hemos sido propensos al rechazo, si atravesamos por una mala racha o nos hemos enamorado de la persona equivocada. Es entonces que los amigos perciben la soltería como un fracaso.

Por eso, el secreto para sentirse cómodo entre un grupo de parejas es ver la ausencia de pareja como una decisión propia. Perfectamente podríamos ahorcarnos con el primer árbol que encontremos, pero no es lo que queremos ni a lo que aspiramos. Para que dos individuos se encuentren y formen una relación duradera tienen que ocurrir varios fenómenos probabilísticos improbables. Y esto toma tiempo. Los verdaderos amigos entienden esto, evitando juicios inútiles. Los que no, en realidad disfrazan su envidia, porque ser soltero no significa dormir solo.

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