Por: Carlos Carrizales
¿Qué queda después de sonidos monótonos seguidos por voces, decenas de voces que rasgaron el plano perfecto de la apacibilidad y la alegría?
Silencio.
Silencio que se oía y que estaba vestido con las prendas del terror. Nadie se atrevía a traspasarlo y siendo sinceros, ese silencio nunca es bueno tenerlo cerca porque la ausencia de sonido, en esos momentos, es el preámbulo al llanto y a las esperanzas rotas.
19 niños murieron en Uvalde, Texas, hace unos días, debido a un ataque en una primaria de esa ciudad. La mayoría eran de ascendencia mexicana; desgraciadamente no es el único caso pero sí queremos que sea el último.
En México vivimos una situación similar en 2017 en un atentado ocurrido en una escuela de Monterrey cuando un menor abrió fuego contra varios compañeros y una maestra, quien murió por la herida en la cabeza, para luego dispararse él mismo, falleciendo horas más tarde.
Los sucesos violentos y la música siempre tienen conexión: las canciones interpretadas por los juglares relatan sucesos heróicos sobre aquel justiciero que llevó paz a algún pueblo y crecía el mito, pero para eso debió estar involucrado en alguna batalla; las cruzadas no fueron ajenas a cánticos y aunque históricamente hay datos extraviados, sí hay registro de que hubo entonaciones pero que el tiempo solo las dejó en escritos modernos para los pocos que tengan el interés de consultarlo.
Nuestro himno nacional hace mención a la batalla a partir de la sexta sílaba para defender la soberanía y la integridad del país, en el que Francisco González Bocanegra, hizo gala de su talento como poeta para componer los versos que lo conforman.
Pero está la otra parte, aquellos opositores a las guerras que de su mente exprimieron todo su talento para crear obras de protesta: desde las canciones de jazz en torno a la primera guerra mundial, hasta los años 60 cuando en pleno movimiento hippie, comenzaron a crecer las letras a favor de la paz y el desarme.
Hay muchos puntos trascendentales cuando comenzaron a popularizarse las canciones contra los movimientos bélicos o de violencia social, personas que pugnan por el control de las armas y que buscan una fraternidad más fuerte entre los seres vivos. Muchos de ellos, que tienen entre sus manos la posibilidad de componer melodías, son también víctimas de las decisiones; al respecto, la banda inglesa de heavy metal, Black Sabbath, cantaba la petición de que no más cerdos de guerra tuvieran el poder.
En los campos de batalla, en donde está la esperanza de sobrevivir más no la certeza, hay testimonios de que en momentos tranquilos, alguna armónica lanzaba tristes notas para acompañar a quienes estaban reunidos, o bien, como cantó Silvio Rodríguez en La guitarra del joven soldado: el instrumento también es recluta y su mejor fusil.
Esto da a pensar: ¿La música es la solución para evitar las armas? La respuesta es una melodía silenciosa porque así como hay canciones que están en contra, hay otras que son arengas e inspiran ir a pelear, porque lo que sí es cierto es que la influencia de ella, es la que da el impulso al desarme o a presionar el gatillo, lo que lleva a un círculo vicioso y añejo como la humanidad misma.
Uno de los lugares comunes sobre los conflictos armados (y que se usa como metáfora en situaciones cotidianas) es la de «grito de guerra», pero ¿la paz tiene grito, melodía, silencio o solo un significado a lontananza?
Si bien es cierto que conservar la armonía de su significado para que nuestra vida sea más melodiosa, la triste realidad es que es más fácil disparar un arma que aprender a tocar un instrumento musical… y no hay composición alguna para cambiar el silencio que eso deja.
Hasta la próxima canción.
Hasta la próxima canción.
Recomendación musical de la semana:
Artista: Black Sabbath (Birmingham, Inglaterra, Reino Unido)
Álbum: Paranoid
Género/Estilo: Heavy Metal
Año: 1970
Enlace: https://open.spotify.com/album/132qAo1cDiEJdA3fv4xyNK?si=mRy1NugvR3yCjz5smtuzCQ&utm_source=copy-link
