Por: Jaime Castillo Copado
Más feminismo y menos «conchudez»
Parece mentira que todavía a la luz de nuestros tiempos a los hombres no nos alcance un “iguales ante la Ley” para tener consideraciones especiales para la Mujer.
Y no es que las mujeres nos lo anden pidiendo, sino porque verdaderamente hacemos concha para no ver las distintas formas y maneras que trogloditamente utilizamos para discriminarlas. Más allá del machismo cultural que persiste y se aferra a dominar el uso del lenguaje en expresiones como “lloras como vieja” o “pareces señorita”, desde el seno de nuestra casa a los hombres nos domina la conchudez total cuando de relacionarnos se trata.
Que si las mujeres cocinan… es porque quieren; que si lavan y planchan la ropa de los hijos es por voluntad propia y no porque alguien se los ande pidiendo, son excusas típicas de los caballeros abnegadamente casados.
La realidad es que socialmente aún existe un desequilibrio entre las labores –y la remuneración que reciben- entre los hombres y las mujeres, que tristemente comienza desde el seno del hogar, trasladándose hacia los diferentes aspectos de la vida pública y social. Lo menos que se puede esperar de los hombres civilizados de nuestros tiempos es que dejemos de sentirnos superiores a la mujer y que les hace falta tenernos a su lado para trascender.
Y de las mujeres de nuestros tiempos, lo menos que podemos pedir es que mantengan su valentía de salir a enfrentarse a un mundo que se resiste a entender que la igualdad de las personas radica en respetar la condición humana, aquella que no mira sexo, edad, ni condición social.
Bueno, y que nos tengan paciencia cada vez que abusamos de la conchudez.
Cuentagotas
Equilibrio desequilibrado. El que se vive en la vida pública nacional, puesto que se permite –y de hecho se exige- que la mitad de los cargos a elección popular se ocupen por mujeres, ya en los gobiernos impera la desigualdad profesional en la integración de cada gabinete. Como si no hubiera mujeres capaces para tomar las mejores decisiones en este país. ¿Acaso hasta en eso habrá que legislar?
