Tras 74 años de noches a oscuras, don Simón tiene una nueva alegría: un panel solar entre su casa y el corral de sus chivos. Eso, reconoce, le ha cambiado la vida. Ya no tiene que ver desde la colina la alegría nocturna de los demás; ahora le da a un interruptor y disfruta la suya.
«Por la noche, como no tenía luz, tenía que salir a sentarme en una sillita. Sentadito, pensando y viendo luz, (razonaba) que todos tienen luz, que todos están como vivos y yo me sentía como exprimido, como desapartado. Hoy me siento con alegría», reconoce mientras abraza con vivacidad un nuevo atardecer, un momento del día que otrora le daba «una vil tristeza».