Antes de conocer Casa Frida, Alex Navarro pensaba que todos las casas de acogida eran lugares hostiles. A tres semanas de haber llegado al refugio LGBTIQ+ se confiesa agradecido con esta asociación civil que surgió en la emergencia y que, pese a amenazas y agresiones, se mantiene en pie.
«Uno se imagina que un refugio es un lugar feo, que vas a dormir en el suelo con una cobija, que te van a dar sobras y llegas aquí y las atenciones son demasiadas y para bien», dice Alex