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Violencia sin freno

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Por: Salvador Cosío Gaona

Niveles incontrolables son los alcanzados ya por la violencia, que quizá nunca como ahora los mexicanos y en particular los jaliscienses hemos vivido tan de cerca. Ejecuciones, hallazgos de embolsados, desmembrados, osamentas y fosas clandestinas, son noticia de todos los días. No hay plática, red social o medio de comunicación donde no se aborde el tema de este flagelo que ha escalado a proporciones de terror en todos los ámbitos y niveles de la sociedad. 

Nada menos en lo que va del presente mes, han sido localizadas cuatro casas de seguridad habiéndose descubierto en su interior osamentas, mutilados y personas desaparecidas. Nadie sabe a ciencia cierta el número de desaparecidos porque las cifras oficiales no coinciden con las que reportan organismos, asociaciones, medios de comunicación y mucho menos con los reportes de familiares que buscan a sus seres queridos. 

Refieren especialistas que la violencia no conoce de género, edad o nivel socioeconómico, de ahí la relevancia de buscar soluciones que permitan no sólo en el corto y mediano plazo, la reducción de su prevalencia y atención integral de las consecuencias que produce en las distintas esferas de la vida de las personas afectadas y, en el largo plazo eliminarla como forma de relación social entre los ciudadanos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la violencia como: “el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Las personas que viven en hogares donde se dan relaciones de violencia intrafamiliar, sufren de trastornos cardiovasculares, digestivos así como, depresión, ansiedad o insomnio, entre otros.

Existen diversas formas en que un niño es víctima de violencia pero según datos de la Organización Mundial de la Salud, una cuarta parte de los adultos manifiestan haber sufrido maltratos físicos cuando eran niños, así como 1 de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales en la infancia. 

La UNICEF identifica cuatro tipos de violencia: Violencia física, violencia sexual, violencia mental y descuido o trato negligente.

La violencia física incluye todos los castigos físicos, formas de tortura y tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, además de la intimidación y las novatadas por parte de los adultos o de otros niños. El castigo físico se refiere a todo castigo que utilice la fuerza física con el fin de causar dolor o malestar por leve que sea. En la mayoría de los casos, se trata de pegar a los niños (“manotazos”, “bofetadas”, “palizas”) con la mano o con algún objeto (azote, vara, cinturón, zapato, cuchara de madera, etc). 

Violencia sexual

Se considera violencia sexual cualquier actividad sexual impuesta por un adulto a un niño, protegido por el Derecho Penal. Esto incluye: a) La incitación o la coacción a cualquier actividad sexual ilegal o psicológicamente perjudicial; b) El uso de niños para la explotación sexual comercial; c) El uso de niños para la producción de imágenes o grabaciones de abusos sexuales y d) La prostitución infantil, la esclavitud sexual, la explotación de niños para el turismo sexual, la trata (dentro y entre los países), la venta de niños con fines sexuales y el matrimonio forzoso. Se consideran también abusos las actividades sexuales contra niños cuando el perpetrador es significativamente mayor que la víctima o utiliza su poder, amenaza u otro medio de presión.

Violencia mental

Se describe a menudo como maltrato psicológico, abuso o agresión verbal y maltrato o descuido emocional, y puede consistir en: a) Todo tipo de interacción persistente y perjudicial para el niño; b) Sustos, y amenazas; explotarlo y corromperlo; desdeñarlo y rechazarlo; aislarlo, ignorarlo y discriminarlo; c) Desatender sus necesidades afectivas, su salud mental y sus necesidades médicas y educativas; d) Insultarlo, injuriarlo, humillarlo, menospreciarlo, ridiculizarlo y herir sus sentimientos; e) Exponerlo a la violencia doméstica; f) Someterlo a un régimen de incomunicación o aislamiento o a condiciones de detención humillantes o degradantes, y g) Someterlo a la intimidación y las novatadas por parte de adultos u otros niños  por medio de las TIC, como teléfonos móviles o Internet (cyber-bulling).

Descuido o trato negligente

Se entiende por descuido no atender las necesidades físicas y psicológicas del niño, no protegerlo del peligro y no proporcionarle servicios médicos, de registro de nacimiento y de otro tipo cuando las personas responsables de su atención tienen los medios, el conocimiento y el acceso a los servicios necesarios para ello. Incluye: a) El descuido físico, que ocurre cuando no se protege al niño del daño, entre otras cosas por no vigilarlo o se desatienden sus necesidades básicas, por ejemplo, de alimentación, vivienda y vestido adecuados y de atención a salud; b) El descuido psicológico o emocional que consiste, entre otras cosas, en la falta de apoyo emocional y afectiva, la desatención crónica del niño, la falta de disposición psicológica por parte de los cuidadores que no tienen en cuenta las pistas y señales emitidas por los niños de corta edad, y la exposición a la violencia y al uso indebido de drogas o de alcohol por parte de los cuidadores; c) El descuido de la salud física o mental del niño, al no proporcionarle la atención médica necesaria; d) El descuido educativo, cuando los cuidadores incumplen las leyes que les obligan a asegurar la educación de sus hijos mediante la asistencia escolar o de otro modo, y e) El abandono.

En abril de 2017, el INEGI  dio a conocer que, de acuerdo a la Encuesta de Cohesión Social para la Prevención de la Violencia y la Delincuencia (ECOPRED-2014) se identificó que 47.8% de los niños y niñas de 12 a 17 años encuestados en 2014 fueron víctimas de delito o maltrato.

Otros datos de la ECOPRED-2014  dan cuenta de otras situaciones de violencia a las que están expuestos los jóvenes. Por ejemplo, en cuanto respecta a la dinámica de las relaciones en el hogar, dicha encuesta señala que los miembros de los hogares en donde viven jóvenes (de 12 a 29 años) se gritan o insultan en 22.4%, se golpean en 6.5%.

La misma encuesta del INEGI señala que cuando los jóvenes enfrentan conflictos gritan si les gritan en 10.9% de los casos; gritan más fuerte para que les entiendan en 6.1%; y golpean objetos para desahogarse en 4.6%.

Esto se convierte en un grave problema, ya que los niños y jóvenes que son víctimas o testigos de violencia, a menudo se convierten en personas violentas

El porcentaje de jóvenes de 12 a 18 años de edad que asisten a la escuela y fueron víctimas de bullying fue de 32.2%, este problema es muy grave ya que los niños y jóvenes son violentados por sus mismos compañeros, situación que puede desencadenar en depresión, baja en las calificaciones, o en casos extremos y lamentables, en el suicidio de la víctima.

Las mujeres son otro grupo poblacional expuesto a las situaciones de violencia de todo tipo. De acuerdo al INEGI, de los 46.5 millones de mujeres de 15 años y más que hay en el país, 66.1% ha enfrentado violencia de cualquier tipo y de cualquier agresor alguna vez en su vida; 43.9% ha enfrentado agresiones del esposo o pareja; y 53.1% sufrió violencia por parte de algún agresor distinto a la pareja.

Existen bastantes clasificaciones de la violencia, todas completamente reprobables, pero quizá la que se vive en las calles es la que directamente está relacionada con la responsabilidad de las autoridades, que no atinan a resolver este desenfrenado problema. Sus estrategias, si es que las tienen, han sido fallidas y están completamente rebasados por la delincuencia organizada. En este momento no se ve cómo ni por dónde puedan los cuerpos de seguridad disminuir los índices de la violencia que por el contrario, lucen sin freno cada día.  

Opinió[email protected]

@salvadorcosio1

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