Las remesas de positivos en los Juegos que envía el COI por oleadas son un compendio de nombres y datos, con toda la frialdad de la que gozan los listados. Cada nombre señala un deportista tramposo, una historia de engaño y, también, otra de justicia, pues la caída de los que infringieron las normas beneficia a otros que, en teoría, están limpios. Todos los nombres son iguales en una lista, pero hay casos que tienen recovecos difíciles.
Es el caso de Besik Kudukhov, un luchador ruso que estaba considerado uno de los mejores de su tiempo. Ganó la medalla de bronce en Pekín 2008 y la de plata en Londres, cuatro años después. Un accidente de tráfico cercenó su vida en el año 2013. Por aquel entonces moría un doble medallista olímpico, un atleta ejemplar llorado por su país. En aquel momento era un deportista limpio, aunque el COI, antes de su fallecimiento, ya había decidido que sus muestras serían reevaluadas para reafirmar su inocencia.
Kudukhov dio positivo. Los análisis del COI utilizan técnicas nuevas para detectar sustancias prohibidas que en el pasado no salían a la luz. Su positivo, como el resto de la larguísima lista del COI, supondría una descalificación inmediata, tenía que ser desposeido de la medalla. El beneficiario de la misma, el indio Yogeshwar Dutt, fue rápido en renunciar a la misma. Comentaba el luchador que quitar la presea a la familia era un castigo innecesario, que las circunstancias concretas invitaban a no actuar en este caso.
El COI, de algún modo, dio la razón al indio. Consideró que, toda vez que el atleta había fallecido, el proceso disciplinario que sigue a un positivo tenía que ser congelado. Kudukhov mantiene el honor de ser plata olímpica, se ha decidido no remover el pasado y dejar las cosas como están, sea eso justo o no.
