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¿Por qué nos duele tanto perder?

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¿Qué es una pérdida?

Dejar de tener a nuestro lado algo o a alguien que valoramos.

¿Por qué nos duele perder?

Desde la infancia aprendimos a formar vínculos con figuras significativas; no tanto por amor, sino para sobrevivir.

Vínculo+ausencia = Conductas de apego

Llamar al ausente para que vuelva (conductas señalizadoras)

Llanto, enojo, reproche, “berrinche” o “castigos al ausente” (conductas aversivas).

Búsqueda incesante de lo ausente (conductas activas)

No es tanto por el otro que se ha ido, sino por nosotros que nos hemos quedado con su ausencia.

Hoy nos importa más el infierno de la separación, que la celestial posibilidad de una reunión en el futuro.

También lo que la cultura nos enseña acerca de las pérdidas y la muerte tiene una gran influencia.

¿Qué pérdida duele más?
Toda pérdida es importante, cuando es importante para el que ha perdido.
Por eso, como las pérdidas tienen un componente de validación social muy importante (de ahí el luto como señal de duelo), si una persona siente que “ya debería haber superado el duelo”, pero aún se siente triste o con añoranza, acabará o por aislarse, por ya no contar o por sentirse más “extraña” o patologizará su proceso.

Quizá la pregunta correcta es:

“¿A quién le duele más la pérdida?”

Personas excesivamente dependientes del ausente.

Emocional o prácticamente.

Personas con baja resiliencia.

Que no han desarrollado recursos internos suficientes para afrontar hechos graves de la vida.

Capacidad para simbolizar.

Necesidad de presencia física.

Pensamiento blanco-negro.

Pasaron de la gloria al infierno

Rigidez e inflexibilidad cognitiva.

Hacen de su tristeza rumiación.

Pesimismo y desesperanza hacia el futuro.

Provoca sentimientos de indefensión e impotencia.

Quien se resiste a aceptar la pérdida.

Genera resentimiento.

Personas que, previo a la pérdida, padecieran ansiedad o depresión.

Relaciones ambivalentes con lo perdido, porque generan culpa. (relaciones del tipo amor-odio).

¿Las pérdidas se superan?
Se supera la parte aguda del dolor de haber perdido, pero uno aprende a vivir con sus pérdidas, porque nunca se van de la memoria.

Sería un error decirle a alguien “ya no pienses en eso”. Es imposible, aunque tampoco habría que pensar en “eso” todo el tiempo durante el resto de la vida.

Es natural tener sentimientos agudos tras la pérdida, pero tampoco habría que abandonarse al río de las emociones como la tristeza o el enojo.

¿Por qué queremos evitar la tristeza?
La de los demás, porque no sabemos que hacer con ella y nos apresuramos a tratar de “animar” (quizá nos recuerda nuestra propia vulnerabilidad).

La propia por que duele, pero tiene funciones muy importantes ante la pérdida:
Recolectamos nuestra atención hacia el interior.

Lo que facilita reconocer la realidad de la pérdida, reflexionar y construir una narrativa personal de lo ocurrido.

Muestra a los demás cómo nos sentimos.

Que estamos en dolor, que nuestra mente está “en otra parte” y que necesitamos de su cuidado y empatía, especialmente en las primeras semanas tras la pérdida.

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