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Locuciones – Los libros para todos

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Por: Fernando Plascencia

Ya vimos que en México los libros sí arden, como en una novela muy conocida de principios de los cincuenta, Fahrenheit 451. Y esto ocurrió claramente por un descontento ideológico, que difícilmente pudiese ser revocado con argumentos claros. Pero lo que sí es un hecho es que los nuevos libros de texto sí serán entregados en muchos partes.

La discusión sobre los nuevos libros de texto sigue vigente y su evolución ha permitido que se despeje un poco la bruma con que inició, una que por cierto llevó a pensar en libros comunistas y de otras alusiones falsas. Incluso si estos tuviesen una pizca de comunismo, acaso, ¿un gobierno que quiere hacer un cambio al sistema educativo no quiere imponer un tipo de ideología dominante? El PRI lo hizo.

De cualquier manera, los nuevos libros de texto requieren de un escrutinio importante, que sin duda podrían ver su perfección durante los próximos años, pero que por ahora serán distribuidos, por cierto, con el apoyo importante del magisterio y algunos sectores de padres de familia no radicales.

Los libros en sí mismo pueden ser estudiados, como ya lo han hecho decenas de especialistas en Jalisco y en el país, con menciones a erratas de diseño, de ortografía etc., pero como bienes públicos, he pensado en tres puntos importantes.

Los nuevos libros de texto serán para todas las personas. Con todas las personas debemos pensar en las niñas, niños y adolescentes del sistema básico y media, pero también para el magisterio. Los nuevos libros de texto, no dejaron de ser, incluso con estas nuevas versiones, un bastión gratuito de la educación que imaginó Martín Luis Guzmán en los sesenta, aun cuando existan cientos de herramientas que complementen. En el momento que se fundó la Comisión Nacional de Libros Gratuitos se entregaron 5.9 millones de libros, y ahora el cálculo federal ronda en los 95.6 millones. El que sean para todas y todos tiene un peso importante.

Los textos, como todo bien público, pretenden no dejar fuera a quien esté inscrito de manera formal en la educación básica y media. Los espacios públicos físicos pueden ser exclusivos a partir de la colocación de bardas y mallas que obstaculicen el paso a la ciudadanía, no obstante, en un libro, un impedimento puede ser que no sea accesible para todas las personas. Los nuevos libros de texto sortean ese impedimento traduciendo a 64 lenguas indígenas, en braille y macrotipo. Sin duda se trata de una política de inclusión, aunque si bien se reconocen 68 lenguas indígenas, el avance es significativo a la inclusión nacional.

Por otro lado, los nuevos libros de texto pueden ser revisados por todas las personas. Al principio del debate, decenas de periodistas denunciaban no tener acceso a ellos; sin embargo, el gobierno subsanó la discusión apenas semanas después cargando el catálogo completo en línea. Puede, sin duda, aplaudirse, que, a pesar de los errores, se optó por una política de transparencia.

Los libros de texto, por ahora, pudieron librar las batallas ideológicas con las que se inició la aventura. No debe sorprendernos que detrás de la distribución o la no distribución responda al olor electoral, ni a movimientos políticos calculados. Sin embargo, lo que ni el funcionario Marx Arriaga, ni la secretaria de educación pública, ni muchos otros entusiastas de los nuevos libros de texto han podido explicar, es cómo nos sacarán del lugar 102 de la prueba PISA.

Si en los nuevos libros de texto se tomó la decisión de eliminar gran parte de matemáticas, ¿cómo la niñez y la adolescencia subirá de los 412 puntos en los resultados de la prueba citada? ¿Cuál será la forma en la que se leerá más en México? Quizás este sea el verdadero debate, además de que sean para todos.