Por: Fernando Plascencia
Cuando se acercaba la Semana Santa, religiosamente se venía un corte de agua en muchas partes de la ciudad, que, porque limpiaban de tuberías, decían a la gente las autoridades. Uno puede echar memoria y recordar que eran contadas las veces que eso ocurría.
No puedo afirmar que siempre hubo agua por montones, pero hasta se podía beber agua de la llave o del “grifo” con bastedad y limpieza, sin temor de un padecimiento estomacal o de tener en la boca bacterias. Hoy en día es normal en unos países de Norteamérica, pero no para hacerlo, me atrevo a decirlo, en algún hogar de este estado. A las pruebas me remito.
El acceso al agua potable es un debate que ya no existe, no porque sea irrelevante, sino porque entre los derecho-humanistas y políticos hay consenso en la labor obligatoria del Estado, para que brinden los servicios de agua potable, alcantarillado y saneamiento en cantidad y calidad. Aun con leyes vigentes, esto en lugar de favorecer, ha hecho que los que toman las decisiones hagan del derecho al agua una reverenda festividad.
En Jalisco los errores gubernamentales han sido graves, de tal suerte que han dejado sin agua a más de 140 colonias en el AMG en 2023 y permitido que el principal sistema que abastece a la ciudad, el de Chapala, se deteriore a tal grado que provoque que el 40 % del líquido se desperdicie, detalle que no es exclusivo de Jalisco, también ocurren en la Ciudad de México, Morelos y otros estados. En tanto, en Jalisco los gobiernos privatizan el agua, la venden o simplemente la han tirado al vacío.
Las pocas propuestas que llegan lo hacen tarde, como la captación de agua, la cual llega en un momento cuando hay datos de la Universidad de Estocolmo que señalan que, en ninguna parte del mundo, incluida la Antártida, el agua de lluvia es potable. Si es esto así, y el sistema requiere de un mantenimiento especializado, ¿esta es una buena opción para la ciudadanía?
Perdón por el spoiler, pero la sequía que se viene será dura, la CONAGUA presagió sequía de severa a extrema en Jalisco y por ahí ya rondan quienes van a seguir lucrando con el agua y van a vender pipas entre 700 y mil 200 pesos. La pregunta es qué va a pasar con los que no puedan pagarla. En Jalisco el agua ya es un privilegio, un absurdo por el que ya se paga y no se recibe y cuando sí, es de mala calidad y poca.
Por otro lado, la ONU determinó que cada persona requiere para tener una vida digna entre 50 y 100 litros de agua al día, puede ser mucha para alguien a quien apenas salen gotas de su llave. Lo que es real es que la ciudad crece, en 2022 se levantaron 11 mil viviendas, y que cada día se requiere de un mayor esfuerzo de agua para la ciudad.
No podemos ser reduccionistas y abalanzar el problema a un solo factor, mucho menos cuando influyen procesos naturales, como las sequías, sin embargo, lo que sí podemos criticar es la sequía mental de las y los que han tomado y toman decisiones para brindar soluciones al problema. Las propuestas existen, unas más técnicas que otras, más costosas o que requieren de mayor tiempo, incluida la captación de agua. En el ágora jalisciense, especialistas, organizaciones, instituciones de la academia han levantado la voz desde hace décadas para proponer soluciones de todo tipo. La mano que salva al ahogado tiene años tendida, que los gobiernos han decidido no tomarla es otro asunto.
Para terminar, si un millón de personas no tienen acceso al agua, ¿qué esperan los gobiernos para dar una solución? Si esto implica que deben ser terminadas las presas, reparar los sistemas, captar agua en serio y con un plan sustentable, que se haga, que se haga ya.
Estamos viviendo un estiaje este 2023 que promete no ser el último.
