Con un rostro tedioso agravado por las quemaduras del sol bajo sus ojos, Nancy observa a su hija jugar con otros niños del campamento. Es la primera vez que muchos sonríen desde que la caravana migrante, hoy acampada en Ciudad de México con un centenar de menores de edad, emprendió su travesía hacia Estados Unidos.
«Estoy buscando un mejor futuro para mi bebé porque va a crecer y con esas condiciones con las que estábamos allá, no se puede», explica a Efe esta ama de casa hondureña de 23 años que salió de su país, donde malvivía con los paupérrimos ingresos de su esposo en una finca bananera.