En lo peor de la guerra en la capital ucraniana, unas 15.000 personas se refugiaron de las bombas en el metro de Kiev, ciudad que ahora respira con la retirada de las tropas rusas, aunque todavía unos 4.000 kievitas siguen viviendo en el subterráneo porque no se fían de las intenciones rusas.
«Nos quedamos aquí, preferimos estar en el metro hasta que las cosas se aclaren porque no sabemos qué puede pasar. Mira todo lo sucedido, no podemos confiar en Rusia», afirma Svitlana, de 62 años, sentada en la colchoneta que se ha convertido en su espacio vital, junto a su hija Anna, embarazada de 7 meses.