Por: Alberto Cárdenas Camarena
«Gran parte de las presas por homicidio actuaron contra sus padres o parejas».
Estudios recientes comprueban que la mayoría de las mujeres presas en los centros penitenciarios y que cometieron delitos relacionados con el dinero como el robo, asaltos o secuestro, fueron motivadas por algunos de sus familiares.
Mientras, gran parte de las sentenciadas por homicidio fueron, en la mayoría de los casos, en contra sus parejas sentimentales o padres, y siempre como respuesta a un entorno sumamente violento.
El estudio asegura que sobre las mujeres pesa una mayor sanción moral, en contraparte con la situación de los hombres.
Las conclusiones indican que el comportamiento delincuencial de los hombres es más aceptado que el de las mujeres. Estas detallan que, a diferencia de los hombres, las mujeres reclusas reconocen haber participado en los delitos que las mantienen presas y hablan sin evasiones del tema. En el caso de aquellas que estuvieron vinculadas con robos, asaltos o secuestros, refieren haber participado para ayudar ya sea a su pareja sentimental, su padre o sus hermanos y generalmente con el objetivo de mejorar su condición económica.
«Las detenidas reconocen haber participado en los delitos y hablan sin evasiones del tema».
Eso, menciona el estudio, podría estar relacionado con el hecho de que son totalmente atípicos los casos en los que una mujer lidere una banda delictiva.
En el estudio se señala que solo existe registro de un caso y se trata de una mujer de 16 años, que lideraba un grupo de secuestradores. Sin embargo, es el único y es de las tres reclusas que permanecen en el Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes.
En el caso de aquellas que fueron procesadas por delitos como homicidio o tentativa de homicidio o lesiones, en la mayoría de los procesos las víctimas fueron también personas de su entorno familiar, principalmente sus padres o esposos.
El documento refiere que en estos casos la agresión de las mujeres siempre tiene un antecedente de violencia; ellas habían sufrido violaciones o golpizas por parte de sus familiares.
Y se concluye que, en términos generales, no existe alguna voluntad de delinquir, asegura que el tema es motivo de análisis entre especialistas de conductas sociales pero en su mayoría considera que la estructura social ejerce una presión sobre los individuos y cuando se dan las condiciones necesarias, ese sistema los pone “al borde del abismo”, lo cual es contraproducente.
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