Una serpiente enredada alrededor de su presa es algo muy común en la naturaleza. Desde hace muchos años se creía que esta técnica constrictora que usan boas, pitones y otras serpientes provocaba que la víctima dejara de respirar, pero no es así. El ‘abrazo’ de las serpientes no provoca una muerte lenta y agonizante por asfixia, sino una rápida por la obstrucción del riego sanguíneo a los órganos vitales.
Scott Boback, un investigador del Dickinson College en Pensilvania, Estados Unidos, realizó un estudio sobre este mecanismo y descubrió que la circulación de la presa se para en cuestión de segundos, ya que el riego sanguíneo se corta y el corazón lucha irregularmente.
Boback y su grupo de científicos insertaron electrodos de electrocardiograma y catéteres vasculares a varias ratas para medir su presión sanguínea, luego las anestesiaron y se las dieron a víboras hambrientas. Observaron que con el ‘abrazo’ de la serpiente, en tan solo seis segundos la presión de la sangre de los roedores bajó y el ritmo cardiaco se disparó.
Los expertos descubrieron que la constricción también hace que los niveles de potasio en la sangre del ratón se eleven. Esto funciona como un plan B de las serpientes para matar a su presa, ya que si el roedor llega a escapar, la sangre ‘contaminada’ comienza a recircular y ocasiona problemas cardiacos o un ataque al corazón.
Esta teoría de que las víboras mataban a su presa por una obstrucción del riego sanguíneo ya había sido propuesta por el herpetólogo estadounidense David Hardy en 1994, pero fue rechazada porque no tenía sustentos.