Por: José Ángel Gutiérrez
La tarde de este lunes, la Fiscalía del Estado de Jalisco dio a conocer avances, con pruebas, de la investigación en torno a la desaparición hace aproximadamente un mes de tres estudiantes de cine en Tonalá. Los mismos concluyen que Javier Salomón Aceves Gastélum, Jesús Daniel Díaz García y Marco García Ávalos, fueron asesinados y posteriormente disueltos en ácido por miembros de una célula del cártel regional.
Los jóvenes tuvieron el infortunio de estar -sin saberlo- en el lugar equivocado (una casa de seguridad) en el momento equivocado (cuando arreciaba la pugna entre el grupo delictivo y una célula que trata de apropiarse del territorio).
Historia que se antoja repetida y por tanto para algunos, no merece credibilidad.
En medio del dolor y la incertidumbre, padres y familiares de los jóvenes se rehusan a aceptar la trágica historia. Y más ante las pocas probabilidades de tener frente a sí un cuerpo al cual velar para darle el último adiós. El ácido, deshace por completo el cuerpo de una persona (incluidos los dientes) en 24 horas, por eso los delincuentes recurren a esa práctica para no dejar rastro.
Este tipo de acontecimientos, llenos de horror, plenos de saña y maldad, totalmente inhumanos, pueden resultar para la mayoría -gente de bien- poco o nada creíbles, partiendo de nuestros propios valores y de lo que sabemos somos capaces de hacer.
Afortunadamente, aunque a veces no parezca, sigue habiendo más gente buena, respetuosa de los demás, con defectos, filias y fobias, pero también con límites muy claros respecto a lo que podemos y lo que no podemos ni debemos hacer. A veces caemos en la tentación de la transa, mas condenamos el robo. Y por encima de todo, la gran mayoría sabemos que lo más valioso que tenemos es la vida misma.
Hoy, con la terrible historia del asesinato de los jóvenes estudiantes, la preocupación se transforma en duelo; la indignación en rabia; la vaga esperanza en desaliento total.
Más que indignada, la sociedad está encabronada y existen grupos que no están dispuestos a creerle a la autoridad. Quisieran que la historia fuera diferente. Ahora se quieren buscar culpables y, aunque ya hay dos detenidos y las corporaciones se encuentran en la búsqueda de otros cuatro, eso no basta. Todo ese coraje acumulado, que se suma a la incertidumbre por otras decenas, cientos, miles de casos de desaparecidos, busca un cauce.
Buscar culpables? Sí.
Pero también buscar soluciones definitivas. Encontrar a los desaparecidos, conocer su destino y los motivos por los que hoy no están con nosotros. Y encontrar las formas para que hechos de esa índole no vuelvan a ocurrir.
La impotencia de hoy, debe encontrar camino en la esperanza y en la verdadera acción de todos para erradicar esos niveles de maldad y, por supuesto, acabar con la impunidad.
Lograr que una autoridad renuncie, es seguir interviniendo solo por encima. Debemos irnos a la raíz del problema y eso, solo lo podemos hacer en conjunto.
Más que nunca, hablemos con nuestros hijos. Llevémoslos a identificar lo bueno y lo malo, a aspirar a ser y tener, pero respetando a los demás. Esos que hoy se atreven a delinquir, que trafican drogas, que se dedican a la trata de personas, que matan y que deshacen los cuerpos, salieron de nuestra sociedad. Algo dejamos de hacer.
Y por lo pronto…. debemos creerles a las autoridades?
Si existen elementos de prueba, tal vez sí, pero solo si logramos de ellas el firme compromiso de no recurrir a conclusiones fáciles y de no olvidar o dejar de lado un solo caso de esta índole.
Como nunca, debemos exigir entrega total de quienes se encuentran en las instituciones encargadas de toda esta cadena de seguridad, desde la prevención hasta la investigación, esclarecimiento de hechos y castigo de culpables.
Y no menos importante, debemos evitar que temas tan delicados se conviertan en bandera político-partidista o de grupos que lejos de una solución, solo quieren hacerse visibles por otros intereses. Esto último lo apunto, solo por si acaso.
