Aunque disminuida, Francia ha dado este fin de semana ejemplo de militancia política, lo mismo en su ala de protesta social que de participación electoral, lo que no vaticina mejores tiempos para el presidente Emmanuel Macron tras la pandemia de Covid-19.
Este domingo terminó la primera ronda de las elecciones municipales que se celebraron en todo el país, las cuales concluyeron con un fuerte descenso en la participación.
Más allá del posible desencanto por los candidatos, programas políticos o campañas de los candidatos y partidos políticos participantes, la alta abstención obedeció sobre todo a una causa: el Covid-19.
Las primeras estimaciones de la noche de este domingo ubican la abstención entre 53.5 por ciento a 56 por ciento, pero con municipios que rebasan el 60 por ciento, cifras consideradas históricas.
En total, de 47.7 millones de ciudadanos con derecho a votar este domingo, lo hicieron menos de la mitad, quizá temerosos, pues apenas la noche de este sábado se ordenó el cierre de todos los lugares públicos «no indispensables para la vida del país».
En una presentación nocturna, el primer ministro Édouard Philippe acusó a los ciudadanos de que habían aplicado «imperfectamente» las medidas que limitaban las reuniones y por ello se había fomentado la expansión de la nueva cepa del coronavirus.
Muy probablemente, entre otros ejemplos, se refería a la concentración y marcha que se celebró en París por parte de los «chalecos amarillos», que no sólo salieron a la calle pese a la prohibición de reuniones con más de 100 personas, sino que se enfrentaron a la policía.
En París, pues también hubo expresiones similares en Burdeos, se registraron enfrentamientos entre los chalecos amarillos y la policía, con más de tres decenas de detenidos.
Se trató de una muestra de desobediencia acorde al espíritu del movimiento que por meses se ha dado cita para cuestionar las reformas del presidente Macron, y que ni siquiera el Covid-19 ha podido detener.
