¿Y si la vida de tus seres amados no se acabara con la muerte?
¿Y si pudieran seguir presentes de otra forma al regresar a la tierra?
Esa es la premisa con la que esta compañía de emprendedores se dispone, no solo a cambiar el negocio funerario como lo conocemos, sino también a contribuir a la conservación del planeta.
Bios Urn permite desde 1997 que las cenizas mortuorias sigan con el ciclo de vida natural al convertirse en fertilizante de árboles.
Pero estas urnas son más que una alternativa biodegradable a las que están hechas de madera o metal, se tratan de toda una revolución tecnológica que permite monitorear que el agua, la temperatura y la tierra estén en óptimas condiciones para dar origen a la nueva vida.
Están hechas de papel, cartón reciclado, celulosa y turba de coco que se degradan completamente después que la Bio Urn es sembrada a 5 centímetros bajo tierra.
Y es aquí donde sucede la magia: en el primer nivel se depositan las cenizas mortuorias mezcladas con un poco de tierra y en la parte superior se coloca la semilla del árbol.
La primera etapa de germinación se puede monitorear detalladamente desde una aplicación que permite conocer el crecimiento inicial del árbol hasta que esté lo suficientemente fuerte para trasplantarlo a un área definitiva donde pueda crecer.
Los sensores instalados en la urna permiten conocer si la humedad, la temperatura, la conductividad eléctrica y la exposición a la luz solar son las necesarias para el adecuado desarrollo de la semilla.
Dentro del cilindro, de 76 centímetros de alto por 33 de diámetro, se instala un sistema hidrológico que incluye una bomba capaz de detectar cuando hace falta agua en la tierra e irrigarla. Puede almacenar hasta 11 litros de agua para abastecerla durante un promedio de 20 días.
Aunque Bio Urn fue diseñada para que el árbol sea trasplantado a un destino final más amplio cuando alcance el tamaño correcto, también tiene la capacidad de conservarlo por muchos años si el dueño así lo prefiere.
La filosofía de los hermanos Gerard y Roger Moliné, fundadores de Bio Urn, es de algún modo reintroducir al ser humano (y ahora también a las mascotas) en el ciclo natural de la vida, donde la muerte se convierte en un nuevo comienzo.
Empezaron en Barcelona, España, pero actualmente ya exportan su invención a más de 20 países, entre los que destacan Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Suecia, Estonia, Hungría, República Checa y Rusia, aunque ya también tienen pedidos desde América Latina.
Los hermanos Moliné comenzaron a exportar en 2013 y planeaban comenzar con 3 mil ventas en los primeros dos años, pero su éxito fue tal que lograron 20 mil y ahora se disponen a conquistar África y Asia.
Su innovador negocio podría ser todo un éxito en países como México, donde el espacio disponible en panteones públicos y concesionados es insuficiente para la cantidad de defunciones anuales, que ronda las 605 mil, además de que los servicios de inhumación pueden costar hasta 40 mil pesos.
Es por eso que este modelo de negocio y responsabilidad social será uno de los proyectos voceros del Primer Festival MTV Disruptivo, que premiará a aquellos jóvenes emprendedores alrededor del mundo que están generando verdaderos cambios.
Bio Urn surgió en la mente de Gerard Moliné cuando, siendo un niño, vio que su abuela tomó el cadáver de un pájaro en el patio y lo colocó junto con la tierra donde sembraba semillas. Entonces se dio cuenta que la vida no tenía por qué acabar con la muerte.
Llegado el momento, ¿a ti en qué te gustaría convertirte? Ciprés, pino, arce, roble, fresno o gingko.
