¡Cuánto daño hace cuando las “buenas intenciones” de quienes llegan al Poder atendiendo el mandato ciudadano, se transforman en mero aferramiento a los privilegios y canonjías que lleva implícitos su cargo!
¿O será más bien que ante algunas circunstancias, solo cae el velo que falsamente los cubre, dejando al desnudo sus viles intenciones?
Reflexiones que se vienen a la mente cuando vemos la forma como el gobernador de Guerrero (gobernador con “g” minúscula), Ángel Aguirre, se defiende como gato boca arriba ante las exigencias de su renuncia.
Y tales exigencias van más allá de la eventual responsabilidad que pueda tener por la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y las crueles historias que alrededor de ello se han escuchado.
Ángel Aguirre, simplemente, ha demostrado que no es capaz de controlar los hilos de un Estado que se encuentra al borde del abismo, por el descuido de unos, la desesperanza de otros y el aprovechamiento del caos por parte de otros más.
Ángel Aguirre ha olvidado los motivos que le llevaron a servir a la sociedad. O bien, ha demostrado que su única motivación fue el Poder por el Poder, aunque también ha mostrado No poder.
De ahí que por su empecinamiento, nos encontramos los mexicanos ante un escenario para muchos desconocido y que, el solo mencionarlo, provoca sorpresa.
Suena fuerte y no es para menos: la Desaparición de Poderes.
Facultad de la Cámara Alta, de acuerdo con el Artículo 76 constitucional, declarar la Desaparición de Poderes en Guerrero, implicaría desconocer y retirar del cargo a 46 diputados, más de 100 jueces, 22 magistrados y a los consejeros de la judicatura. Tendrían que renunciar todos aquellos que representan a alguno de los Tres Poderes en el Estado.
El antecedente inmediato se remonta al año 2006, cuando fue presentada una solicitud para desaparecer los poderes en Oaxaca, misma que por cierto, no prosperó.
De 1917 a la fecha, han sido presentadas 63 solicitudes de Desaparición de Poderes. Solo han prosperado cinco, incluida una de Jalisco en 1930.
Habrá de entenderse que nos encontramos ante una situación que tiene piso de carácter constitucional pero sobre todo, de carácter social y político. Tras la evidente ingobernabilidad en que ha caído el Estado de Guerrero, no queda otra salida salvo que Ángel Aguirre entre en razón y, con la misma pasión que le llevó a ganarse la confianza de los ciudadanos, acepte que ahora éstos se la han retirado y por lo tanto, es tiempo de volar.
¿Para qué esperar medidas drásticas?, en su cancha está la oportunidad de valorar si su permanencia ayuda o perjudica la vida del Estado de Guerrero. Tiene la oportunidad de darse cuenta de que más allá de la confianza hacia su persona, es urgente recuperar la figura de autoridad, así como las libertades y derechos de los habitantes de Guerrero.