Trabajar en Uruguay es cosa de mayores. O al menos eso demuestra la realidad del mercado que presenta numerosas barreras para acceder a un empleo y trabajos precarizados para los jóvenes, de los cuales un 69 % no llega a los 25.000 pesos mensuales (unos 555 dólares).
Este «problema estructural», como lo definen las autoridades del país, no es nuevo, lleva décadas en la órbita de una nación envejecida y con jóvenes que buscan hasta el cansancio o soportan salarios extremadamente bajos por el simple hecho de acumular experiencia.