Dormir poco puede traducirse en una vida poco productiva. Cuando en 2010 Adalberto Flores era director de Operaciones en México de Ooyala, una firma que ofrece soluciones de almacenamiento y reproducción de videos en línea, terminaba su jornada laboral en la madrugada, entonces deseaba tener una cama cerca de su escritorio. “¿Para qué me iba, si entraba a trabajar temprano?”, recuerda.
Ya había leído un artículo sobre nap rooms, espacios en las oficinas para que los trabajadores tomen una siesta, popular en algunos hospitales, aerolíneas o en la NASA, pero también en Apple y Google. Intentó convencer al consejo de Ooyala de tener una, pero el espacio de las oficinas en Jalisco era reducido.
En 2013, fundó Kueski, una microfinanciera por internet, y lo primero que hizo fue construir una nap room que luego terminó por ser una zen room, y sirve para un descanso o hacer juntas relajadas.
Kueski es de las pocas mexicanas que ofrecen habitaciones de siesta a sus trabajadores. Apenas 26% de las empresas en el país tiene programas de flexibilidad y bienestar. De ellas, sólo 13% cuenta con salas de descanso, según la consultora Mercer Marsh.
Dormir entre 20 y 60 minutos a mitad de la jornada aumenta la concentración y despierta la creatividad, señala un estudio de 2015 de la Universidad de Michigan.
Los investigadores pusieron a algunos participantes a tomar una siesta y a otros no. Al despertar, contestaron cuestionarios y ejecutaron varias tareas. Todos los que habían dormido lo hicieron más rápido, con más aciertos y estuvieron más dispuestos a hacerlo y con menos frustración al equivocarse.
“En México es muy común que existan jornadas laborales de hasta 12 y 17 horas, tiempo en el que las personas dejan de ser productivas y comienzan a perder el control de sus sentidos”, dice la doctora Guadalupe Terán, de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Como parte de su plan de vida sustentable, desde 2010 Unilever ofrece salas de descanso en la Ciudad de México y en su planta del Estado de México.
La empresa detectó que sus trabajadores dedican hasta tres horas a llegar al trabajo, bajo condiciones de tránsito e inseguridad. “Si la gente está somnolienta es porque necesita dormir”, señala la doctora Rebeca Navarro, directora del área de salud de Unilever México.
Al comienzo, encontró resistencia entre los trabajadores para usar el espacio, en parte porque entre ellos existía la creencia de que ausentarse del trabajo está mal visto por sus jefes.
“Una nap room todavía no es tan común porque tiene un costo en diferentes sentidos, a diferencia de la ropa casual o el home office, que no requieren inversión”, explica Fátima Ramírez, directora de Mercer Marsh Beneficios.
Unilever no tiene un estudio que demuestre que la siesta ha vuelto más productivos a sus trabajadores, pero Navarro dice que, en las encuestas realizadas a los empleados, luego de 20 o 30 minutos de sueño aseguran sentirse más descansados y alerta. “Eso les permite regresar a sus trabajos como si estuvieran empezando el día”.
Carlos Montemayor es de Monterrey, aunque buena parte de su vida laboral la ha hecho en Estados Unidos. En 2003 fundó Inflection Point, firma de desarrollo de plataformas y aplicaciones con sede en Columbia que durante cinco años ha sido nombrada por Great Places to Work una de las mejores empresas tecnológicas. Cerca de 80% de su personal trabaja en las oficinas de la capital regiomontana, donde cuenta con una sala para siesta.
“En México, las empresas tienen siempre una persona revisando a qué hora llegas y te vas”, dice Montemayor. “Tener una nap room requiere confianza, en la cultura corporativa mexicana eso no sucede”.