Cuba es una tierra de esplendores arquitectónicos, asombrosos paisajes, gente cálida y algunos de los peores hoteles del mundo.
Los estados socialistas no son reconocidos por su administración hotelera y he escuchado y vivido una serie de historias de terror desde que me mudé a Cuba en 2014: alimentos incomibles, personal grosero, fugas de aguas residuales en las cocinas, puertas de cristal que se hacen añicos mientras los huéspedes se duchan.
Así que cuando la gigante hotelera estadounidense Starwood anunció un acuerdo para hacerse cargo del Hotel Quinta Avenida, administrado por el ejército cubano en la elegante sección de Miramar de La Habana, quedé intrigado. ¿Sería Starwood capaz de mejorar unas instalaciones que los huéspedes han hecho pedazos con críticas en internet por sus grillos, cucarachas y alfombras sucias?
Hay mucho en juego en la respuesta.
El turismo se incrementó en un 20% el año pasado después de que los presidentes Raúl Castro y Barack Obama declararon un descongelamiento de las relaciones entre ambas naciones. Los vuelos comerciales procedentes de Estados Unidos comenzarán en septiembre, lo que atraerá a nuevos visitantes. Y en momentos en que su benefactor Venezuela se está desplomando, Cuba necesita el dinero de los turistas.
Pero hay una escasez de habitaciones de hotel decentes, incluso en las instalaciones etiquetadas como de cinco estrellas. Las cadenas estadounidenses esperan ayudar a resolver ese problema y regresar al que fuera un popular centro turístico para los estadounidenses y que poco a poco reabre su economía luego de medio siglo de socialismo.
En caso de que las compañías estadounidenses puedan expandir y mejorar el sector hotelero administrado por el gobierno cubano podría haber muchos ganadores.
Así que hice una reservación.
Por medio del cibersitio de Starwood, reservé una «Habitación Clásica» con una cama king para dos personas por 250 dólares. Con el fin de poner a prueba la invitación de Starwood para que los huéspedes hagan solicitudes especiales, pedí almohadas adicionales, agua y un mapa a mi llegada.
Starwood ha estado reentrenando al personal en el Quinta Avenida, que fue rebautizado como Four Points by Sheraton La Habana. El entrenamiento se nota: El registro como huésped fue notablemente sencillo para un hotel cubano. Los recepcionistas fueron atentos y hablaban un inglés fluido. Mi prometida y yo recibimos nuestra llave y enfilamos a la habitación. Había dos camas individuales en lugar de una king, sin agua, mapa o almohadas adicionales. La recepción rápidamente nos cambió a una habitación con cama king.
Pero el resto de nuestra experiencia fue bastante desagradable. Un mes antes, el hotel fue renombrado con gran fanfarria, incluidas comodidades prometidas como las confortables «camas características» de Starwood. Pero nuestro colchón estaba aguado, con una colcha decorativa manchada y las sábanas dobladas sobre una especie de tapete de plástico como el que se utiliza con los niños que mojan la cama. Cuando investigué por qué una de las lámparas al costado de la cama no funcionaba (le faltaba el foco), me di cuenta de que toda la lámpara montada en la pared estaba floja y se balanceaba en la única posición en la que impedía que se viniera abajo.
Las alfombras de los pasillos parecían nuevas y la pintura lucía fresca, y nuestra habitación contaba con una secadora del cabello, ducha y losetas de baño que parecían nuevas. Pero las paredes estaban sucias y percudidas. A las mesas parecía que alguien les había quitado calcomanías con un objeto puntiagudo. La puerta del minibar estaba floja y las bebidas navegaban en un charco de agua a temperatura ambiente.
La cafetera venía con dos paquetes de café, una bolsa de té y el letrero: «Café-Té NO INCLUIDOS». El internet en la habitación tenía un costo de 5 dólares la hora.