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Quién fue Frankenstein?

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El monstruo de Frankenstein es un personaje de ficción que apareció por primera vez en la novela de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo. Se trata de un ser creado a partir de partes diversas de cadáveres diseccionados, al cual le es otorgada la vida cuando es reanimado por el Dr. Víctor Frankenstein (su creador) durante un experimento. El personaje ha llegado a formar parte de la cultura popular y ha sido fuente para la creación de otros personajes de novelas, cómics, series televisivas y películas.

En la novela, originalmente la criatura no tiene nombre, un símbolo de su orfandad y su carencia de sentido e identidad humana. Los diferentes personajes de la historia -principalmente Victor Frankenstein- se refieren a él usando diversos apelativos: demonio, miserable, desgraciado… De manera significativa, el término «monstruo» se utiliza pocas ocasiones en la novela.

El monstruo anónimo pasó a ser parte de la tradición, cuando la historia de Mary Shelley que fue adaptada en obras serias y cómicas en Londres y París durante las décadas posteriores a la aparición de la novela. La propia Mary Shelley asistió a una actuación de Presumption, la primera adaptación exitosa de su novela al teatro. «La factura de la obra me divirtió sumamente, por lo que tenía la lista de personaje dramático, _______ por el Sr T. Cooke», según escribió a su amigo Leigh Hunt. «Este modo anónimo de nombrar a lo innombrable es bastante bueno».

En este vacío, es comprensible que el nombre del creador de Frankenstein, pronto se utilizara igualmente para el nombre de su creación. Ese error se cometió ya durante la primera década después de que la novela se publicara, pero se empezó a utilizar el nombre después de que la historia se popularizara en los años 1930 con la famosa serie cinematográfica de los estudios Universal protagonizada por Boris Karloff. La película se basa en gran parte en una obra de Peggy Webling, realizado en Londres en 1927.2 Curiosamente, en el Frankenstein de Webling, se da su nombre realmente a su criatura; sin embargo los créditos de la película listan al personaje que Karloff interpretó en esta serie, solo con signos de interrogación.

En la novela, el Monstruo aparece como una criatura humanoide de enorme estatura (dado que «la pequeñez de las partes constituía un gran obstáculo para la rapidez de mi trabajo», según palabras del propio Victor Frankenstein), de unos ocho pies de alto (2,40, aproximadamente). De forma premeditada, los detalles del proceso su creación se dejan imprecisos, aunque resulta implícito que su creador se valió de fragmentos de cadáveres procedentes de las salas de disección, patíbulos y mataderos. Éste lo describe en los siguientes términos:

«¡Cómo expresar mis emociones ante aquella catástrofe, ni describir al desdichado al que con tan infinitos trabajos y cuidados me había esforzado en formar! Sus miembros eran proporcionados, y había seleccionado unos rasgos hermosos para él. ¡Hermosos! ¡Dios mío!

Su piel amarillenta apenas cubría la obra de músculos y arterias que quedaba debajo; el cabello era negro, suelto y abundante; los dientes tenían la blancura de la perla; pero estos detalles no hacían sino contrastar espantosamente con unos ojos aguanosos que parecían casi del mismo color que las órbitas blancuzcas que los alojaban, una piel apergaminada y unos labios estirados y negros. […] ¡Ah! No había mortal capaz de soportar el horror de aquel semblante. Una momia a la que dotaran nuevamente de animación no podría ser tan espantosa como aquel desdichado.»

Casi inmediatamente después de nacer, es capaz de ponerse en pie, de caminar y de usar ropas: es pues, en contra de lo que habitualmente ha mostrado el cine, un ser bastante inteligente. Además es muy sensible y emocional, anhela la compañía y el afecto y su único objetivo es compartir su existencia con otro ser dotado de sentimientos, semejante a él. Es muy elocuente y articulado, llegando a hablar y a escribir con gran corrección en francés, y posiblemente también en alemán y en inglés. Admira la belleza, y su mayor placer es ver «las flores, los pájaros y todas las alegres galas del verano «.

Tiene inclinaciones pacíficas, y aunque conoce el uso de la carne, prefiere alimentarse de raíces, bayas y nueces que encuentra por el campo, siendo vegetariano. Le gusta leer, y varios de los libros que lee son El paraíso perdido de Milton (a cuyo héroe, Satán, admira, y con el que llega a compararse «debería ser tu Adán, pero soy tu ángel caído», le llega a decir a Frankenstein, y que de paso le sirve para comprender las nociones de creación y divinidad), Las desventuras del joven Werther, de Goethe (que también excita grandemente su admiración y le introduce en el mundo de las relaciones humanas) y Las vidas paralelas, de Plutarco (que le permiten llegar a conocer los hechos históricos más notables de la Antigüedad).

Sin embargo, el continuo rechazo de que es objeto, lo hace convertirse en un ser solitario, amargado y vengativo. A pesar de éso, es continuamente atormentado por remordimientos, que lo diferencian de otros monstruos de la literatura gótica , como Drácula o el vampiro Lord Ruthven de Polidori., quienes jamás experimentan arrepentimiento. En ciertos aspectos, guarda un gran parecido con el arquetipo literario, frecuente en aquella época, del «buen salvaje», popularizado durante la Ilustración por Rousseau y otros escritores, quienes afirmaban que el hombre es bueno por naturaleza, y que es la sociedad la que lo pervierte.

Diversos críticos y estudiosos de la novela, que la han analizado en profundidad, han aventurado la posibilidad de que el Monstruo sea una metáfora de un niño sin madre: la propia Mary Shelley perdió a su progenitora a poco de nacer ella, y ella misma tuvo una relación un tanto problemática con su padre durante toda su vida. Como el Monstruo, Shelley también tuvo una niñez aislada y solitaria, que pasó frecuentemente leyendo o escribiendo. Otras veces el Monstruo, aparecido precisamente en los albores de la Revolución Industrial, ha sido visto como el símbolo de una clase social oprimida: la propia Shelley escribió que el Monstruo «reconocía la división de la propiedad, las inmensas riquezas y la pobreza mísera».9 Otros han visto a Monstruo como el resultado trágico de una tecnología incontrolada:10 la encarnación del miedo de la gente a crear algo que no se pueda dominar.

También se ha querido ver en su historia una crítica implícita al tradicional conocimiento científico de tipo patriarcal, del que las mujeres están excluidas.11 Al mismo tiempo, entroncaría con leyendas medievales europeas sobre la creación de vida artificial, tales como Fausto o el Golem, en las que el componente mágico o sobrenatural habría sido sustituido por la ciencia.

Pero el Monstruo como individuo también tiene una vertiente trágica. y casi existencialista. Joseph Carroll ha señalado que ocupa: «un teritorio limítrofe entre las características que típicamente diferencian protagonistas y antogonistas» . Alberto Manguel ha comentado que :»como Adán el sufriente, es un pedazo de arcilla viva que nunca pidió venir a este mundo.[…] En su versión más elevada es Hamlet, es Segismundo en La vida es sueño de Calderón, preguntándose si no es una mota de polvo dentro de una cáscara o una mera forma entrevista en sueños.». El conjunto de la novela puede verse como «el grito de una criatura que fue creada y rechazada por su progenitor, por su dios […], una crítica sustancial de la ciencia, del sueño de la razón que produce monstruos…»

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