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¿Qué pasó realmente con la oreja de Van Gogh?

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Los responsables del museo Van Gogh, en Amsterdam, llevaban años constatando que de sus visitantes reclamaban más información sobre la vida del genio holandés. Y, en concreto, sentían una punzada que expresaban básicamente en tres preguntas: ¿Qué tipo de enfermedad tenía?, ¿por qué se suicidó? y, sobre todo, ¿qué pasó con la oreja? Por este motivo decidieron satisfacer sus dudas con una serie de exposiciones. La primera arranca esta semana, hasta el 25 de septiembre, bajo el título ‘Al borde de la locura: Van Gogh y su enfermedad’.

La muestra incluye 25 cuadros y objetos. Uno de los más llamativos es un documento del doctor Félix Rey, que parece acabar con la creencia generalizada de que el artista solo se cortó un pedazo del lóbulo. El médico describe cómo fue la amputación de la oreja e incluye un croquis para detallarlo con una línea: se rebanó el pabellón auditivo izquierdo casi al completo, solo dejó un trocito del lóbulo.

El papel permaneció olvidado durante décadas en el archivo personal del escritor estadounidense Irving Stone, quien, en 1930, pidió información al doctor Rey para saber qué paso y poder enriquecer la biografía que estaba desarrollando, que tituló ‘Pasión por la vida’. El texto se convirtió, en 1956, en la base del guión de la película ‘El loco del pelo rojo’, de Vincent Minelli, donde Kirk Douglas interpretó al pintor holandés.

Aunque hay teorías para todos los gustos. Unos aseguran que fue como consecuencia de su mala relación con Paul Gauguin, con quien compartió la Casa Amarilla en Arlés, porque, según cuenta el pintor francés en su autobiografía, Van Gogh le persiguió con una navaja hasta que logró detenerlo. Entonces, por lo visto, regresó a casa y se cortó la oreja.

Bernardette Murphy, una escritora irlandesa que vivió durante años en la Provenza, cerca de Arlés, encontró el documento del doctor Rey mientras preparaba un nuevo libro sobre uno de los artistas más renombrados de la historia. Se titula ‘La oreja de Van Gogh’ y también ha dado pie para el rodaje de un documental de la BBC que se emitirá en agosto.

La autora británica comparte la idea de que el autor de esas cautivadoras pinceladas amarillas y azules envolvió la oreja en papel de periódico y se la entregó a una prostituta de un burdel que frecuentaba. Según las crónicas de la época, la mujer, llamada Rachel, se desmayó al verla. Murphy, en cambio, asegura que su nombre era Gabrielle y que Van Gogh, en su delirio, pretendía entregarle una parte de su propia carne.

El museo Van Gogh recorre los últimos 18 meses de su vida. Su enfermedad, su estancia en Francia, sus ingresos en diversas clínicas, sus últimos dibujos y el disparo que acabó con todo. Entre su obra pictórica se encuentra el retrato que hizo de Félix Rey y que le entregó en señal de agradecimiento por su atención durante el desagradable suceso de la oreja, un episodio que luego era incapaz de recordar y que avergonzaba al holandés. Al médico no debió satisfacerle y poco después se lo vendió a un marchante marsellés. El cuadro fue a parar a París y al final acabó en una galería del museo Pushkin de Moscú.

El arma del suicidio

La exposición, que permanecerá en el museo de la ciudad holandesa hasta el 25 de septiembre, también ofrece el revólver con el que supuestamente acabó con su vida en julio de 1890. Se trata de una vieja pistola oxidada del modelo ‘Lefaucheux à broche’ con un calibre de siete milímetros.

La teoría más consistente es que se apuntó al pecho en un campo de maíz de Auvers-sur-Oise y disparó. No es un arma muy potente y la bala rebotó en una costilla y se alojó en el estómago. Al ver que no había muerto, regresó zigzagueando hasta su hogar, el albergue Ravoux. Van Gogh murió treinta horas después. El arma estuvo enterrada en aquel maizal «entre 50 y 80 años», según los organizadores de la exposición, hasta que fue encontrada por un agricultor.

Esos últimos dieciocho meses de existencia fueron un auténtico martirio para el autor de ‘Noche estrellada’, ‘Lirios’ o ‘El dormitorio de Arlés’. La cabeza le jugaba malas pasadas a Vincent, que vivía atormentado. A veces sufría severos ataques y entonces le prohibían pintar y le quitaban los lienzos y los pinceles para que no pudiera hacerse daño. En los últimos meses ya solo pintaba de memoria y volvió a salpicar sus cuadros de molinos y agricultores holandeses.

Esos delirios, a pesar de otra creencia que ha calado entre los amantes superficiales del arte, no influyeron en su estilo pictórico. Lo que resulta asombroso es la cantidad de cuadros maravillosos que logró dibujar a pesar de sus dolencias y los largos periodos que estuvo sin poder colocarse delante del atril. Él estaba harto de aquellos brotes psicóticos y en 1890 acabó con todo. En septiembre se celebrará un simposio internacional sobre las enfermedades de uno de los pintores más célebres de todos los tiempos.

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