Por: Dr. Luis Arturo Jiménez Castillo*
En metalurgia, la prueba de ácido es un método utilizado para distinguir al oro de otros metales, es decir: mediante él se demuestra la valía del objeto puesto a prueba.
De igual manera, el proceso electoral 2024 y que dio inicio el pasado 7 de septiembre, será la prueba de ácido de las instituciones electorales y de la ciudadanía: las primeras deberán demostrar su fortaleza en medio de presiones formales e informales -aquellas que nacen de la propia dinámica de interacción con y entre actores políticos y aquellas que surgen de los poderes fácticos- y de la segunda, pondrá a prueba su madurez democrática.
En esta complejidad histórica del reciente contexto político de nuestro país, los ciudadanos tendremos una oportunidad de oro para pasar de las marchas cívicas al ejercicio estratégico de nuestro voto, y ser los actores del avance en la consolidación de nuestra democracia -incipiente, sí, pero democracia al fin-.
Esta madurez democrática, implica comprender que más allá de la presidencia de la República, nuestros esfuerzos deben dirigirse a que ninguna opción partidista tenga mayoría en el Congreso de la Unión -conformado por la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores-. Esa es la clave.
Prácticamente todo pasa por las Cámaras del Congreso de la Unión: obviamente la creación de leyes federales, pero también la aprobación de reformas a la Constitución -que después deben aprobar la mayoría de las legislaturas de los Estados y de la Ciudad de México-, la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación, la designación de Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de los Consejeros del INE y del INAI, la comparecencia de Secretarios de Estado y un largo, largo, etcétera. Por lo tanto, no se trata de cualquier cosa: estamos hablando de las personas que tomarán las decisiones que afectarán nuestra vida nacional, y en consecuencia, nuestra vida diaria.
Ojo: No se está llamando a votar ni a favor ni en contra de nadie, sino explicando brevemente la trascendencia de nuestro voto en 2024 y la oportunidad histórica que tendremos para incidir en el futuro inmediato de nuestro país, porque ni en el pasado ni en el presente, nos ha beneficiado la subordinación de los Poderes Legislativo y Judicial al Ejecutivo ¿Por qué sería diferente en el futuro? Al final de cuentas hay algo cierto: la democracia no florece en el totalitarismo.
* Presidente del Colegio de Abogados «Juárez Siglo XXI» del Estado de Jalisco.