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Por qué la gente es bajita

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En 1835 el HMS Beagle llevó a Charles Darwin a las islas Galápagos. Allí el naturalista inglés gestó las ideas que luego plasmaría en El origen de la especies y que dieron el pistoletazo de salida a su teoría de la evolución. Y no es casual que todo aquello que pensaba se pusiera negro sobre blanco en un ambiente como el de las Galápagos.

Las islas son una bendición para cualquier estudioso de la genética y la biología. También a día de hoy, los seres vivos insulares tienen características genéticas distintas a los del continente y parecidas entre ellos. Por una sencilla razón, viven más aislados, algo que facilita el estudio genealógico y genético de sus habitantes.

Desde 2001, los habitantes de cuatro poblaciones de la isla italiana de Cerdeña (Laniseo, Arzana, Ilbono y Eling), han participado en un macroestudio genético, SardiNIA project, que busca encontrar las consecuencias de la variación genética en cientos de parámetros y condiciones de relevancia biomédica. Unos genes muy interesantes dado que la población de la isla es especialmente longeva.

Como explica el director principal de la investigación, el doctor Francesco Cucca, la población de Cerdeña es ideal para los análisis genéticos porque ha tenido muy poca inmigración durante miles de años, por lo que los pobladores de la isla italiana conservan una estructura genética más interrelacionada que la de otras poblaciones. Pero, al mismo tiempo, los sardos ofrecen una excelente representación de la variación genética de Europa, debido a la antigua y compleja historia demográfica del lugar, por el que pasaron muchísimos pueblos distintos. Es por ello que los genes que se asocian con amenazas o enfermedades en los sardos tienen efectos extrapolables a la población general.

Las ventajas de ser bajito
Los investigadores italianos han analizado casi 17 millones de variantes genéticas de más de 6.000 voluntarios cuyos primeros resultados se han presentado en tres estudios publicados en el número de esta semana de la revista Nature Genetics.

El más curioso de todos es el que firma la doctora Magdalena Zoledziewska, cuyo equipo ha identificado dos variantes genéticas que tienen un importante efecto sobre la estatura de los sardos. Estos genes parecen reducir la estatura de sus portadores en una media de entre 2 y 4 cm, un efecto mucho mayor que el de las variables genéticas que anteriormente se habían asociado a la estatura (a las que se atribuye una reducción media de 0,3 cm).

El hallazgo no sólo tiene posibles implicaciones terapéuticas, además muestra que una baja estatura podría constituir una ventaja evolutiva en los ambientes insulares. Al comparar estas dos variantes genéticas con las 691 que se cree afectan a la estatura de la población general, los investigadores han comprobado que su presencia es mucho mayor entre los sardos. Esto parece indicar que la selección natural ha escogido estos genes frente a otros, algo que no ocurre en otras regiones, donde ser bajito no constituye ninguna ventaja.

Este fenómeno, conocido como el “efecto isla”, ya se había observado en diversos mamíferos isleños (y algunas aves), que tienen una estatura mucho menor que sus descendientes que emigraron al continente, pero es la primera vez que se observa en poblaciones contemporáneas.

Un caso particular de este fenómeno es el del Hombre de Flores (Homo Floresiensis), un homínido cuyos restos se encontraron en la isla de Flores, en Indonesia (y que, en realidad, era una mujer). Medía tan sólo un metro de estatura. Hasta que en 2003 se encontró su esqueleto, datado en 18.000 años de antigüedad, se creía que los últimos homínidos que habitaron la tierra, aparte del hombre actual, habían sido los neandertales, que desaparecieron hace unos 30.000 años.

Los hombres de Flores debieron vivir aislados en esta isla, y quizás otras de la zona, como poco hasta hace 12.000 años (hay quien cree que todavía se podría encontrar algún espécimen). A día de hoy sus descendientes siguen siendo mucho más bajitos que la mayoría de seres humanos: los pobladores de la isla raramente superan los 135 cm de altura.

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