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Escombros en mi mente – Injusta condena

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Por: Rodolfo Chávez Calderón

Hace tiempo en la redacción del Occidental, periódico donde escribía mis notas y columnas a la sazón publicadas en diferentes medios, incluso radio, revistas, semanarios, vespertinos, y desde luego en los periódicos de la OEM, me visitó un individuo que ocupaba un alto cargo en una Asociación Civil y que durante muchos años se desempeñó como director en una dependencia universitaria.

Con lágrimas en los ojos me comentó que un hermano de él había fallecido en el domicilio que ocupaba, probablemente a consecuencia de un homicidio, hecho del que culpaba a la esposa, para ese entonces viuda, a la que acusó de haberse aliado con un agente de la Policía Judicial del Estado, para causar la muerte de aquella víctima.

En principio se aseguraba desde los corrillos de la entonces procuraduría, que se trataba de un suicidio, pero el hermano superviviente no coincidía con aquella versión, por lo que comenzó a solicitar documentos, pruebas, etc. 

Muchos documentos le fueron otorgados y pruebas de diferentes tipos, sólo que cuando un perito le entregaba un resultado que le era negativo para sus fines, lo denunciaba en la Procuraduría acusándolo de estar en contubernio con los “homicidas”… 

Así, su versión inicial fue convincente y se hizo la publicación correspondiente. Las presiones del profesionista aquél llevaron a la cárcel a la ex cuñada y al amigo de ella, que en efecto, era un agente de la Policía Judicial que simpatizó con ella durante las primeras investigaciones y llegaron a establecer una relación, lo que a él le costó perder su libertad.

La mujer fue condenada a 19 años de cárcel acusada de homicidio en perjuicio de su marido.

Para la acusada todo estaba perdido, sólo que una afortunada visita al penal femenil, hecha por una excelente reportera, de la que no me voy a perder el placer de nombrar, María Antonieta Flores Astorga, habría de cambiar su vida.

La inculpada del crimen aprovechó para contarle su situación a la comunicadora, que la escuchó y le tuvo confianza, de manera tal que se abocó a investigar el caso.

Recogió evidencias, testimonios, y a pesar de que la mujer ya estaba sentenciada, aprovechó que el caso estaba en apelación, para dotar al Poder Judicial de los elementos supervinientes que había conseguido.

La reportera también fue víctima de amenazas, de denuncias penales, por “apología del delito”, mismo que nada tenía que ver con la función periodística de la en ese momento también acusada.

La supuesta autoviuda comentó entonces que el individuo que fue su cuñado y el marido de ella, como hermanos, realizaron trabajos ilegales, lo que les permitió hacer una regular fortuna, sin embargo aquellos bienes no podían quedar a nombre del hombre importante, porque era imposible que pudiera justificar el modo de haberlos obtenido. Así acordaron que todo estaría a nombre del hermano, aunque nunca imaginaron que fallecería.

Cuando ocurrió el trágico hecho de sangre, el hermano superviviente (asegura la viuda), se le acercó a ella y le propuso, a cambio de que él le pagara los estudios a sus hijos, “conmigo no te faltará nada, ni hombre”… Pero a cambio de que le firmara varias hojas de papel en blanco, a lo que ella se negó.

Fue entonces cuando surgió la querella, porque la firma en blanco significaría entregarle todos los bienes que tenía a su nombre el difunto.

Al final, gracias a los buenos oficios periodísticos de la reportera, la señora acusada salió libre, se revocó su condena y ahora goza de su libertad.

A quien esto escribe le quedó muy clara la moraleja respecto a escuchar a las dos partes antes de escribir, y desde luego, no tomar partido sin sentirse seguro de que la parte a la que uno “abriga” con tal información, tenga fundamento pleno para su argumentación. 

Por desgracia nuestro sistema judicial está diseñado, para dar la razón, no a quien la tiene, sino a quien demuestra tenerla.

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