Cada septiembre, al pueblo de San Lorenzo Jilotepequillo, en el sur de México, se le juntan dos desgracias: las intensas lluvias y el olvido del Gobierno, que no lo incluyó en el censo de los daños del sismo de magnitud 8,2 del 7 de septiembre de 2017, uno de los más intensos en un siglo.
A 385 kilómetros del epicentro que hace cinco años devastó más de 60.000 viviendas en la región del Istmo de Tehuantepec, permanece aún de pie la desvencijada casa de adobe de don Colón Álvarez, quien murió hace un año esperando el apoyo para reconstruir su hogar, que solo se sostiene por vigas de madera que se resisten a ceder.