La propuesta estadounidense de acordar un tipo mínimo del impuesto de sociedades a nivel mundial ha puesto el foco en las grandes multinacionales, sobre todo las tecnológicas, y los países que intentan atraerlas con una baja tributación, como Irlanda, Hungría o los paraísos fiscales del Caribe.
De esta manera se pretende poner un cerco a los esquemas de planificación fiscal agresiva desarrollados por algunas grandes empresas en los últimos años, una propuesta que ha sido bien acogida por instituciones como la OCDE o la Comisión Europea, países como España o Francia e incluso algunas empresas.