Las calles Sol y Luna en la colonia Guerrero, aledañas a la calle Aldama donde cada sábado nace desde hace poco menos de cuatro décadas el Tianguis Cultural El Chopo, parecen hacer referencia a la convivencia de diversas subculturas, desde skaters que van a buscar baleros y otras piezas para sus patinetas, hasta puristas de la música alternativa que investigan con esperanza de encontrar algún viejo álbum en vinilo que comparten espacio con skinheads, darketos y hippies por igual visitan este ecléctico tianguis.
Atrás de la biblioteca José Vasconcelos “ahí donde silba el tren”, conviven en paz diferentes exponentes de la contracultura mexicana, quienes desde mediodía hasta las cinco de la tarde levantan camisetas negras con figuras de la escena del rock metalero, eligen sus piezas para embellecer sus piercings mientras que los darketos eligen entre diferentes abrigos y accesorios oscuros la manera de celebrar a la muerte.
El tianguis, en el que actualmente caminan en paz los puristas de la música para “truequear” novedades musicales en vinil no siempre estuvo ahí y nació en la década de los años ochenta al resguardo del Museo Universitario del Chopo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Poco después el tianguis comenzó su peregrinar y se asentó en las calles aledañas al recinto para luego hospedarse en un estacionamiento, en otro de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, en el Casco de Santo Tomás e incluso en el Kiosco Morisco para poco antes de los noventas quedar en el lugar que ahora ocupa.
Desde sus inicios, y cuando el Internet era sólo una idea en la cabeza de algunos cuantos, el Tianguis Cultural del Chopo ha sido una especie de precedente del comercio electrónico que tiene la fama de poder encontrar casi de todo.
Y es que en los años ochenta las plataformas de música streaming parecían una utopía y había que ir a buscar discos recién estrenados que tardarían meses en llegar a las poco menos de dos tiendas de discos que por esos años existían en el entonces Distrito Federal, y las cuales además solo proveían de la música comercial, de la escena alternativa musical no había mucho.
Por aquellos años, quienes buscaban escuchar el más reciente estreno de alguna banda musical poco conocida en el país pero de gran renombre fuera de el, la visita obligada era a este tianguis, donde también era posible encontrar emblemáticas botas de piel que solo había en Europa y eran usadas por los punketos.
Y es que no sólo se trata de discos, sino de todos esos implementos que cada una de las subculturas que conviven en la capital mexicana requieren todos los días para dar sustento a sus diferentes y eclécticos estilos de vida.
Así, es fácil encontrar en alguno de los alrededor de 200 puestos abrigos de terciopelos oscuros, corsets para mujeres que profesan la cultura darkie y hippies que con gancho de tejer en mano están dispuestos de llenar de dreadlocks (mal llamados rastas), la cabeza de cualquiera.
Cada sábado, desde el eje 1 norte, es posible mirar a jóvenes que pertenecen a alguna de las actuales tribus urbanas que conviven por igual con personas de mayor edad pero que crecieron también buscando su identidad en este tianguis, que como muchos en la Ciudad de México tiene fama de inseguro.
Sin embargo, los alrededor de ocho mil visitantes que acuden cada sábado parecen confirmar que sólo es la la fama porque es común ver a las primeras generaciones que lo recorrieron acompañados ya de sus hijos, incluso algunos de ellos con sus nietos y como en la toda la capital mexicana en materia de inseguridad, solo basta con abrir bien los ojos y cuidar en todo momento las pertenencias.
