Por: José Ángel Gutiérrez
Debates aburridos, negativa de candidatos punteros a participar, reclamos de “la chiquillada” -como les llaman algunos a partidos y candidatos con pocas posibilidades- porque no los invitan… hartazgo total.
Los supuestos “debates” en México y particularmente en Jalisco, han llegado a tal nivel de degradación, que ya no acaparan el rating. Por supuesto que siempre resultarán más atractivos cuando se realizan entre candidatos a la presidencia de la República, pero con esa obligatoriedad vigente para que se invite a todos los candidatos, poco terminan aportando al ciudadano.
Personalmente, como muchos, difiero de la visión de que invitar de forma obligada a todos los candidatos, abone a una ciudadanía más informada y a una sociedad más democrática. Más bien confunde y desalienta.
Si realmente quieren hacer que los debates sean instrumentos útiles y atractivos, los próximos legisladores deben modificar la ley. Esa equidad está mal entendida o es inútil. Si incluso el número de spots oficiales se distribuye entre los partidos a partir del porcentaje de votos que obtuvieron en la elección previa, tal vez ese y otros criterios, podrían tomarse en cuenta.
Si las candidatas y los candidatos quieren espacios, que se los ganen. Y no necesariamente requieren dinero, sino verdadero proyecto, propuestas en serio, un discurso bien elaborado y, si no es mucho pedir, que sepan hablar e hilar ideas. Cuántos casos hemos visto que, lejos de aportar ideas, dan lástima… y no se enojen, nosotros no los pusimos ahí. Fueron sus calenturas personales.
Seguir con la aberración de que los debates deben realizarse con la presencia de todas y todos los contendientes en el proceso, solo es pérdida de tiempo.
Atrevámonos a hacer cosas diferentes: debates temáticos, algunos con la presencia de unos cuantos candidatos, definidos a partir de encuestas o por concurso en redes sociales, lo que se les ocurra a los expertos… pero no más pseudo-debates con 13 ó 14 personas, para que en dos horas, apenas alcancen a hablar cuando mucho, 9 minutos. Bajo ese formato, ni todos abordan todos los temas, ni se pueden contrastar las propuestas. Y de realmente debatir, mejor ni hablamos.