Cuidado con las portadas, porque si uno deduce que «Chartwell Manor», la novela gráfica de Glenn Head, es un sucedáneo punk de un internado tipo Harry Potter, se dará de bruces con un relato de terror nada gótico, los abusos que el autor y sus compañeros de clase sufrieron de un depredador sexual en serie.
Ha tenido que pasar cerca de medio siglo para que Head (1958, Nueva Jersey) pudiera estar sobrio y consciente para atreverse a abordar a calzón quitado, sin edulcorantes, el oscuro episodio que sufrió en la residencia para niños bien donde le metieron sus padres a principios de los setenta, cuando flojeaba en los estudios y su carácter era demasiado díscolo para el entorno familiar.