Restauradores mexicanos han trabajado arduamente por salvar «La capilla enterrada», una construcción de historia incierta que mezcla rasgos prehispánicos con coloniales, pero con daños estructurales que amenazan al patrimonio y la posibilidad de resolver su misterio.
Con los cerros del municipio de Zapotitlán Salinas del céntrico estado mexicano de Puebla, como custodios, la construcción, que se ubica como la más antigua de la religiosidad de la época novohispana, resulta imprecisa, debido a la falta de datos que puedan revelar su origen.