De todas las incógnitas que deberán ser resueltas en la Unión Europa ahora que Gran Bretaña ha optado por salirse, un problema insospechado es sobre si el inglés seguirá siendo un idioma oficial.
La UE cuenta con 24 idiomas oficiales y de trabajo, y cada uno de los 28 países miembros tienen derecho a nominar a uno.
Mientras el Reino Unidos nominó el inglés, Irlanda eligió el gaélico y Malta postuló al maltés. Ello implica que, con la salida del Reino Unido el inglés —el idioma más común hablado y escrito en las instituciones de la UE— podría quedar marginado.
Tanto Alemania como Francia desde hace tiempo han presionado para sus idiomas sean usados con más frecuencia en los trámites de Bruselas, pero ha sido difícil reemplazar al inglés como la lingua franca de Europa.
En realidad el reconocimiento de cada lenguaje oficial tiene ramificaciones políticas, diplomáticas y culturales.
En un discurso oficial ante el Parlamento Europeo el martes, en que reconoció con tristeza la pérdida de Gran Bretaña como miembro de la UE, el presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker habló sólo en francés y en alemán.
En previas ocasiones había usado el inglés, especialmente cuando hablaba de temas concernientes a Gran Bretaña.
Pero también es verdad que Juncker ha sido criticado por la prensa británica por sus errores al hablar en inglés, y en su discurso del martes, al ser abucheado, ofreció su respuesta en inglés.
Y a diferencia de las largas y complicadas negociaciones que seguramente tendrán lugar para desvincular a Gran Bretaña de la Unión Europea, existen esperanzas de que el tema del idioma será resuelto rápidamente.
María Huebner, presidenta del comité del parlamento a cargo de asuntos constitucionales, se declaró el lunes optimista de que «hallaremos la unanimidad en este tema, que cada país pueda tener un sólo idioma postulado».