La identificación y el estudio de las ballenas grises en las lagunas de Ojo de Liebre y San Ignacio ha sido una ardua labor de más de 40 años, que fue posible gracias a la iniciativa de un mexicano y el apoyo de un extranjero.
El investigador Jorge Urban, de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, expresó lo anterior al hacer una remembranza de los logros obtenidos por el Laboratorio “Francisco Pacheco Mayoral”, nombre del pescador que descubrió durante la década de los 70 lo amigables que pueden llegar a ser estos cetáceos.
Este encubrimiento fue el que hizo posible desmitificar a la Ballena Gris, conocida por mucho tiempo como “the devil fish” o pez diablo por los mismos balleneros dada su agresividad al momento de cazarlas.
Contrario a esto los cetáceos resultan ser muy amigables, al grado de que se acercan a las pangas o lanchas que recorren la laguna San Ignacio, lo que ha permitido incluso hacer de este fenómeno todo un espectáculo que se puede disfrutar de enero a marzo de cada año.
Steven Swarts, investigador de la National Marine Fisheries Service, recuerda cómo conoció a Francisco Pacheco, pescador de la laguna San Ignacio y quien en la década de los 70 tuvo el valor de acercarse a estos mamíferos marinos para descubrir lo nobles que son.
A partir de entonces y hasta la década de los 80, y posteriormente en 2006 con el apoyo de Urban, Steven Swarts pudo hacer una serie de descubrimientos sobre el comportamiento de los cetáceos, cada cuándo vienen, cómo se relacionan.
Gracias a ello, y tras la muerte de Francisco Pacheco hace tres años, el laboratorio recibió el nombre del valioso pescador, además de convertirse en uno de los centros de investigación marina más importante del lugar.
El coordinador del proyecto de fotomonitoreo, Sergio Martínez, revela que hoy es posible identificar a cetáceos que vienen desde la década de los 70, así como los nuevos ballenatos que han nacido a lo largo de las últimas décadas.
Ello gracias a que durante su arribo a la laguna San Ignacio se lleva a cabo un recorrido para fotografiar ambos costados dorsales de los cetáceos, los cuales funcionan como huellas digitales.
Así se puede saber cada cuándo vienen estas ballenas, si provienen de Asia o de América, cuándo nacieron en esta laguna, lo que las hace mexicanas, qué edad promedio tienen, incluso cuándo han fallecido porque no se les ha vuelto a ver.
Para consolidar este proyecto se ha sumado también la labor de al menos seis jóvenes investigadores que cada año asisten a realizar los monitoreos de las ballenas, así como de las aves y plantas marinas del lugar y otros mamíferos que visitan el famoso cuerpo de agua.
Debido a toda esta labor hoy el santuario de la Ballena Gris en la Reserva de la Biosfera el Vizcaíno, a la cual pertenece la laguna San Ignacio, se ha convertido en uno de los tesoros de biodiversidad que son protegidos e investigados con el apoyo de la alianza WWF y Fundación Telmex-Telcel.