Por: Pablo Quiroz Zepeda
El día de hoy nos encontramos en una situación muy compleja que asemejaría totalmente a lo vivido por generaciones más atrás durante la Guerra Fríadisputada por la Unión Soviética y los Estados Unidos de América. Ucrania, hoy se enfrenta a la mayor amenaza de su soberanía en toda su historia y tenemos que hablar de ello, y a pesar de que se escriba esto en un diario vale la pena tener una postura justa y no mediática, sujeta a treinta segundos de nota o línea editorial que presenta cualquier canal de noticias en la televisión, desde aquellas televisoras estadounidenses “rusofobas” como aquella televisora de colores verde y negro que ha aceptado, sin remordimiento alguno, ser patrocinada por el propio Kremlin.
Además, también hay que tener en cuenta que en ningún momento podemos generalizar a las poblaciones en disputa como si estuviéramos en la zona de conflicto de manera presente los trescientos sesenta y cinco días del año para determinar que una población de un lado es mejor que otra, y ciegamente pensar que dependen su comportamiento totalmente basado en las decisiones políticas desde las capitales. Es por eso, que no me atreveré a señalar a una población u otra como si fueran los culpables de un posicionamiento “estratégico” o de una respuesta armada ante la incursión de un ejército o milicianos externos. Al final, los datos no mienten y el conflicto en el este de Ucrania ya ha dejado más de 1.5 millones de desplazadas y desplazados desde su inicio en el 2014 (Datos ACNUR).
Cuando los separatistas de la región del Donbás (Lugantsk y Donetsk) empezaron a seguir la falsa independencia de Crimea (porque fue una anexión), replicaron una falta a su beneficio y responsabilidad jurídica en respeto a la soberanía ucraniana y al derecho internacional. Es decir, cualquier Oblast(como primera división administrativa a nivel nacional) tiene la facultad de iniciar un proceso de independencia dentro del marco constitucional ucraniano; sin embargo, al igual que Crimea, el proceso impulsado por el gobierno de Rusia fue proceder a acciones fuera de la ley que involucraron un plebiscito fuera de orden y de elementos de confianza, además de la toma de edificios públicos a mano armada. Por otro lado, si bien la minoría más alta en la sociedad del Donbás son de origen étnico ruso, no son la mayoría, ya que esta es la ucraniana; ante esto, no hay forma en que, ante la primera iniciativa de motivar a la independencia de esta región, cuente con factibilidad legal ni moral. De conformidad a los Acuerdos de Minsk I y II, el gobierno ruso no ha dado ninguna garantía para que tampoco se frene la violencia de los separatistas (patrocinados por ellos), ni mucho menos el respeto a la legalidad del marco jurídico al cual todavía pertenecen, Ucrania.
Ya comentado lo que tiene que ver con los separatistas, sus omisiones y provocaciones, pasemos a la responsabilidad más alta de la tensión de parte del gobierno ruso. Vladimir Putin, en particular, en lo que ha sido desde noviembre del 2021 a la fecha, ha omitido hablar acerca de los separatistas y sus “reclamos”, desenmascarando su verdadera estrategia que es el poder regional y geopolítico frente a la Unión Europea y Estados Unidos, utilizando a Ucrania como un tablero de ajedrez. En ningún momento se ha negado por parte del Kremlin las movilizaciones de sus efectivos militares en las cercanías de la frontera ucraniana, situación que aún genera más incertidumbre y preocupación ante una invasión directa y ya no con mercenarios, como se había hecho hasta el momento. Aún cuando el ejército ruso se encuentra estacionado dentro de sus fronteras, se ha seguido apoyando a los separatistas con armamento, como una antesala de la tragedia mayor que podría darse de no mejorar la diplomacia de parte de los otros actores, que dicho por muchos analistas, han fracasado en sus propuestas de diálogo y negociación, y nos referimos tanto a la Unión Europea, a la OTAN y a los Estados Unidos, dando mayor ímpetu a Putin de poner de frente a la vulnerabilidad de poder de la zona de influencia del gobierno ruso, más allá de la tragedia para los y las ciudadanas de Ucrania. El claro ejemplo está cuando en fechas recientes, Rusiaaseguró por medio de su viceministro de Exteriores, Sergei Riabkov, el envío de sus militares a Cuba y Venezuela de continuarse la militarización del otro lado de sus fronteras, por ejemplo, en los países del Báltico.
Por último, el Presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, ha pedido desde el año pasado, y lo cito, “Debemos decir la verdad, no seremos capaces de terminar la guerra de no tener conversaciones directas con (el gobierno de) Rusia”, como un mensaje que ha sido mal recibido por las potencias occidentales, las cuales buscan ser la voz de una población harta del embate de la guerra y que han generado mayor desesperanza en las reuniones en Suiza o Bélgica, por medio de la OTAN y de Antony Blinken, reforzado por mayores amenazas de respuesta militar a las puertas de Rusia que de iniciativas de una vuelta a la negociación directa. Esperemos la situación no se agrave para una población devastada humanitariamente por la violencia, y de paso, las labores diplomáticas de parte de quienes quieren ayudar a Ucrania sean más efectivas y responsables, insistiendo, en no volver en las lecciones mal aprendidas de la Guerra Fría, y respetando, ante todo, la soberanía de Ucrania.
Agradezco su amable opinión en el espacio de cabecera.mx o también en las redes sociales de un servidor @PabloQZepeda