Por: Yuri Guzmán
Cada año, abril es un mes de reflexión y concientización sobre un tema que afecta a millones de mujeres en todo el mundo: las cesáreas. En México, la tasa de cesáreas es una de las más altas del mundo; según datos de la Secretaría de Salud, se estima que alrededor del 45% de los partos en el país son por cesárea, un porcentaje que supera el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugiere que sólo un 10-15% de los partos deberían realizarse a través de esta intervención. Esta situación plantea interrogantes sobre la necesidad de estas intervenciones y los posibles riesgos que conllevan.
En el estado de Jalisco, la situación no es muy diferente. Los datos indican que la tasa de cesáreas se sitúa en aproximadamente el 50%, lo que representa un alarmante desvío de la norma internacional. Este aumento ha sido atribuido a diversos factores, desde la percepción de que la cesárea es un procedimiento más «controlado» y «seguros», hasta la presión de los profesionales de la salud, quienes pueden optar por esta vía por conveniencia o por miedo a complicaciones legales.
Sin embargo, es importante destacar que la cesárea, aunque es una intervención que puede salvar vidas en situaciones de emergencia, no está exenta de riesgos. De acuerdo con el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva, en México, las complicaciones derivadas de cesáreas representan un riesgo significativo para la salud de las mujeres. En 2020, se registraron aproximadamente 2 mil muertes maternas, y un porcentaje considerable de estas estaban relacionadas con complicaciones de cesáreas, ya sea por infecciones, hemorragias o problemas de recuperación.
Además, las cesáreas no solo afectan a las madres, sino también a los recién nacidos. Las investigaciones sugieren que los bebés nacidos por cesárea pueden estar en mayor riesgo de ciertas condiciones de salud, como problemas respiratorios y trastornos metabólicos. Esto se debe a que el parto vaginal proporciona beneficios importantes, como la exposición a las bacterias del canal de parto que ayudan a establecer un microbioma saludable en el recién nacido.
Es fundamental, entonces, abordar la educación y la concientización sobre los procesos de parto. Las mujeres deben ser informadas de sus opciones y de los riesgos y beneficios asociados a cada una, ya sea un parto natural o una cesárea. La capacitación de los profesionales de la salud también juega un papel crucial; deben estar entrenados para ofrecer un enfoque más centrado en la mujer, que priorice la salud y el bienestar tanto de la madre como del bebé.
En este contexto, el Mes de Concientización sobre las Cesáreas nos invita a reflexionar sobre el parto como un proceso natural y a cuestionar la normalización de las cesáreas. Es un llamado a los sistemas de salud y a la sociedad en su conjunto para que trabajen en conjunto en la promoción de partos más seguros y respetuosos. La cesárea puede ser una herramienta valiosa en situaciones específicas, pero su uso indiscriminado puede tener consecuencias graves. En definitiva, la meta debe ser empoderar a las mujeres para que tomen decisiones informadas sobre sus cuerpos y su maternidad, garantizando así un camino hacia un parto más seguro y saludable.
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