Por: María Elisa Bravo Navarro
Licenciada en Comunicación y Analista de Problemáticas Sociales
Nos preparamos para la próxima visita a Marte, para el turismo en el espacio, creamos autos que se conducen solos, logramos la creación de una abeja robot capaz de polinizar una flor, o la inteligencia artificial, pero entre todos estos hallazgos no pudimos prepararnos para la llegada de un virus, uno que no sabíamos cómo se comportaría y que causaría, hasta ahora, alrededor de 17 millones de contagios y 674 mil fallecimientos en todo el mundo, uno que tan solo mide alrededor de 5 micras (equivalente a la milésima parte de un milímetro), tan pequeño que no puede verse, pero que logró hacer tan visibles, las grandes deficiencias y debilidades de los países.
La emergencia sanitaria está exponiendo crudamente a una mayor pandemia, una que a lo largo de los años ha causado más daños que la actual: la desigualdad. A pesar de que existen distintos tipos, como la económica, la educativa, la de género o la legal, la desigualdad social, engloba la mayoría de ellas, en donde existe disparidad en el acceso a los distintos tipos de recursos y servicios, provocando enormes diferencias de oportunidades de un grupo poblacional sobre otro.
Cuando un problema de Salud Pública como este, ataca a países en donde las brechas de desigualdad son enormes, no solamente causa estragos, sino que abona al crecimiento de las mismas. En México, de acuerdo con resultados del CONEVAL 2018, el 41.9% de los mexicanos se encuentra en situación de pobreza, dejando únicamente al 21.9% de la población no pobre y no vulnerable. Entre distintos factores que provocan la pobreza, existe un elemento clave que provoca que estas cifras vayan en aumento, la movilidad social. Esta, no permite que las personas “emigren” del nivel socioeconómico en el que nacieron hacia uno superior, es decir, que prácticamente se está “condenado” a vivir de la manera en la que tus padres lo hicieron. Si las cifras de contagio provocadas por el coronavirus, resultan preocupantes, las de contagio de la movilidad social en nuestro país, son escalofriantes. De acuerdo con un estudio realizado y publicado por el CEEY (Centro de Estudios Espinosa Yglesias), el 60% de la desigualdad, se transmite de una generación a otra, provocando un contagio mucho mayor al del famoso nuevo virus.
Respecto a la salud
La forma más visible y cercana de desigualdad frente a la pandemia, sucede en la capacidad de los Sistemas de Salud para reaccionar ante el virus, además del acceso que se tiene a ella. De acuerdo con los datos más recientes del PNUD, en los países más desarrollados, por cada 10.000 habitantes, se cuenta con 55 camas hospitalarias, alrededor de tres médicos y 82 enfermeros. En contra parte, los países menos desarrollados cuentan con siete camas, dos médicos y seis enfemeros para la misma cantidad de habitantes. Con esa capacidad, se reduce la disponibilidad para unos cuantos a tener acceso a una cama, por ejemplo, según cifras del CONEVAL, en 2018, 20.2 millones de personas carecían de acceso a los servicios de salud, es decir, el 16.2 % de la población mexicana.
Dentro de la Salud Pública, existen otros factores que han complicado el manejo de la pandemia, pues la mala alimentación de años atrás, ha colocado a México entre los primeros cinco países con más población con obesidad y actualmente más de la mitad de las defunciones en nuestro País a causa de Covid, han sido relacionadas con enfermedades crónicas, principalmente hipertensión, obesidad y diabetes, causando el 54.45% de dichas muertes. La clase trabajadora dispone de menos tiempo, recursos y accesibildad de alimentos bajos en azúcar, en grasa y menos procesados.
Además, de acuerdo con el Estudio Diagnóstico de Alimentación Nutritiva y de calidad 2018, elaborado por el CONEVAL, aquellas personas con menores ingresos gastan más en tortillas de maíz, huevo y papa, mientras que hogares con ingresos más altos invierten en carnes, leche y frutas. Además, en 2015, CONEVAL registró que tan solo el 4.5 % de las comunidades en zonas rurales contaron con abasto completo de alimentos esenciales, causando que casi la mitad (el 42.5%) vaya en búsqueda de los insumos faltantes, agregando costos de transporte y tiempo, destinando a aquellos con menos ingresos a quedar mucho más vulnerables a enfermedades y/o virus y bacterias por no contar con un sistema inmunológico fuerte.
Respecto a las carencias sociales
Las carencias sociales en el contexto de la pandemia solo se agudizan, ya que desde las medidas más simples como el lavado de manos, hasta las más complejas como el mantenerse en casa, hacen visible la desigualdad. Por ejemplo, en 2018, de acuerdo con cifras de CONEVAL, el 24.7% de los mexicanos carecía de acceso a los servicos básicos de la vivienda, como el agua potable, por lo que en algunas ocasiones, el agua y el jabón son considerdos un lujo. Además, el 51.8% de la población se dedica a empleos informales, por lo que no gozan de un salario garantizado y deben salir para conseguir alimento diariamente, viéndose enormemente afectados si un día no lo hacen de esta manera.
Por otro lado, la plataforma de Zoom, Meet y otras herramientas tecnológicas, se han vuelto nuestros mejores aliados en los últimos meses, de hecho, nos hemos familiarizado tanto con ellas, que algunas empresas y Universidades están considerando o ya tomaron la decisión de que será una forma permanente del laborar. Incluso, algunas Universidades han creado Nuevos Modelos Educativos, que consisten en un sistema híbrido con clases presenciales y en línea. Sin embargo, estas noticias no son favorables para un gran porcentaje de la población, ya que solo representa otra de las complicaciones laborales para las personas que no cuentan con servicios de internet, que cuentan con limitados aparatos tecnológicos o espacios reducios y poco adaptables para espacios laborales. Por ejemplo, según la encuesta Nacional de Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019, el 43.6 % de los mexicanos, no dispone de internet en sus hogares y menos de la mitad de la población dispone de computadoras (44.3%), limitando la capacidad para laborar o educarse desde sus casas.
En general
Estos problemas, no son exclusivos de México, pues El Banco Mundial estima que a causa del virus, alrededor de 40 o 60 millones de personas podrían verse arrastradas hacia la pobreza extrema. Además, la Organización Internacional, estima que de la población activa laboralmente, la mitad, podría perder sus empleos y que en total, el viurs podría costarle al mundo, cerca de 10,000 billones de dólares.
Sin embargo, mientras todo esto sucede, los dueños de compañías telefónicas, de internet, de venta de aparatos tecnológicos como computadoras y smartphones, y plataformas de servicios a domicilio, que antes de la pandemia ya encabezaban las listas de los hombres más ricos del mundo, han sido beneficiados por la pandemia, incrementado sus ganacia y alejándose cada vez más del resto que vive en desventaja. El consumo de servicios de internet se vio incrementado de manera importante por aquellos que están trabajando o estudiando desde casa, las plataformas de servicios a domicilio también han tenído altas demandas, ya que las personas no pueden salir de casa y realizan compras en línea para recibirlas en su domicilio. Incluso, se han superado las expectativas de Wall Street para este año. Por ejemplo, la marca apple ha tenido un incremento del 5% en sus acciones, por el aumento en la compra de computadoras y aparatos electrónicos, desde el inicio del confinamiento, irónico, ¿No?.
Pareciera que la desigualdad crece mucho más rápido que cualquier curva epidémica y el problema es que, encontrar su cura es mucho más complejo. La similitudes entre ambas pandemias son más, que las diferencias, ambas matan personas y ambas son devastadoras para los países, pero la diferencia vuelve a una de ellas mucho más grave. La vacuna para el coronavirus no tardará en darse a conocer gracias a la ciencia, pero la desigualdad, jamás tendrá una vacuna, jamás creará inumindad y seguirá siendo una pandemia si no la “contenemos”.
Sin embargo, no todo es negro, de los grandes problemas nacen grandes oportunidades, nuevos líderes, nuevas oportunidades para innovar, y sobre todo, que aquello que ya se hizo tan visible, comience a corregirse. Lo que sí podemos rescatar del manejo de la actual epidemia, es que para salvar vidas, debemos descubrir la cura para la desigualdad, aunque tomará muchos más años, si no nos enfocamos en el cómo se propaga, cómo se contiene y cómo podemos complementar apoyos sociales para mitigar sus estragos, las brechas de desigualdad irán mucho más aceleradas que cualquier curva epidémica.