Jerrald Gallion tenía planeado pasar el fin de semana con su hija de cuatro años, pero en lugar de eso, el padre de familia terminó siendo uno de los tres afroamericanos que murieron baleadas la tarde del sábado en una tienda de la cadena Dollar General de Jacksonville, Florida.
Gallion, de 29 años, fue baleado cuando entraba junto con su novia por la puerta principal de la tienda, ubicada en un vecindario de población predominantemente afroamericana. El asesinato lo convirtió en otra víctima del más reciente ataque racista en Estados Unidos.
“Mi hermano no debió perder la vida”, dijo su hermana, Latiffany Gallion, el domingo. “Un día normal de ir a la tienda, y nos lo arrebatan para siempre”.
El atacante, Ryal Palmeter, de 21 años, comenzó a disparar el sábado las armas que adquirió de forma legal a pesar de que anteriormente se había sometido involuntariamente a una evaluación mental. Las autoridades aseguran que dejó un manifiesto de supremacismo blanco que sonaba como “el diario de un demente”.
Las otras dos personas asesinadas fueron identificadas como Angela Michelle Carr, de 52 años, quien fue baleada dentro de su auto; y Anolt Joseph “AJ” Laguerra, un empleado de la tienda de 19 años que fue asesinado cuando trataba de escapar.
Sus familiares recordaron el domingo el sentido del humor y la ética de trabajo de Gallion. Él consideraba su trabajo como gerente de un restaurante como una vía para proveer para su hija, Je Asia.
Aunque su relación con la madre de su hija no duró mucho, ambos trabajaron juntos para criar a Je Asia. Eso le valió el afecto de Sabrina Rozier, la abuela materna de la niña.
“Siempre estuvo presente”, dijo Rozier a la prensa la noche del domingo durante una vigilia de oración cerca del lugar del tiroteo. “Estaba con ella todos los fines de semana. De hecho, se suponía que iba a pasar el sábado con ella”.
Gallion asistía a la iglesia bautista Misionero San Pablo en Jacksonville, dijo el obispo John Guns a la multitud durante la vigilia.
“En dos semanas tengo que dar un sermón en el funeral de un hombre que debería seguir con vida”, dijo Guns. “No era un pandillero, no era un maleante. Era un padre que dio su vida a Jesús y trataba de salir adelante”.
“Estamos tratando de decidir cómo le diremos a su única hija que él no volverá”, comentó Rozier. “Soy su abuela y no sé cómo decirle. No tengo las palabras”.