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Recuperan en Veracruz dos cañones usados durante la Guerra de los Pasteles contra Francia en 1838

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En noviembre de 1838, el Puerto de Veracruz fue atacado por la armada francesa. Los generales Antonio López de Santa Anna y Mariano Arista trataron de resistir en el Fuerte de San Juan de Ulúa y después en la ciudad, sin embargo, la superioridad naval francesa y la falta de recursos terminó dejó una dolorosa derrota.

Casi dos siglos después, fueron hallados dos cañones de hierro en el subsuelo del Centro Histórico de Veracruz.

El INAH destacó la localización de los primeros cañones completos, los cuales representan testimonios materiales de los cuatro grandes momentos heroicos de la ciudad: la Independencia, la Guerra de los Pasteles, la Intervención Norteamericana y la Revolución Mexicana.

El primer cañón fue localizado el 12 de junio de 2025, en la intersección de las calles Independencia y Juárez. Esta pieza, de 2.03 metros de longitud y 750 kilogramos de peso, corresponde a un calibre “de a 6 pies”.

Según la especialista del Centro INAH Veracruz, es probable que originalmente se utilizara en barcos de correo y que, posteriormente, se adaptara para uso terrestre mediante la remoción de la cureña, la base de madera que facilitaba su movilidad en cubierta.

El segundo cañón, hallado el 25 de julio en la confluencia de Independencia y Emparan, presenta una longitud de 2.82 metros y un peso estimado de 1.3 toneladas. Aunque el ánima —el espacio interno del tubo— permanece obstruida, la extensión de la pieza sugiere que podría tratarse de un modelo “de a 12 pies”, diseñado para disparar balas de 3 libras (1.36 kilogramos), conforme a las especificaciones de la artillería española de finales del siglo XVIII.

Ambos artefactos aparecieron en una misma cuadra, lo que, según la arqueóloga del INAH, se explica porque esa sección de la ciudad correspondía en el siglo XIX a la ruta hacia la Puerta de México, uno de los accesos terrestres de la antigua ciudad amurallada.

Este punto estratégico debía ser fortificado ante la posibilidad de una intervención extranjera, lo que refuerza la hipótesis de que los cañones formaron parte de las defensas urbanas durante los conflictos con Francia en 1838 y con Estados Unidos en 1847.

El estado de conservación de los cañones revela un alto grado de oxidación y la presencia de concreciones de arena, lo que dificulta la identificación de marcas de fabricantes u otros detalles.

No obstante, la morfología de las piezas permite situarlas cronológicamente entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, periodo en el que la ciudad de Veracruz fue escenario de repetidos asedios y combates.

La reutilización de estos cañones tras los enfrentamientos bélicos constituye un aspecto relevante del hallazgo.

La investigadora del INAH ha explicado que, debido a su peso, las armas inutilizadas solían recibir un segundo uso como guardacantones o bolardos en las esquinas de las calles.

Estas piezas servían tanto para amarrar animales de carga como para proteger las fachadas de las casas de los golpes de los carruajes, en una época en la que no existían aceras. La especialista ha ilustrado la dificultad de mover estos objetos con un dato concreto: el cañón más pequeño requirió el esfuerzo de 10 personas y el uso de eslingas para ser cargado en una camioneta.

Durante las obras de urbanización de finales del siglo XIX, el traslado de estos cañones debió resultar tan complejo que, en muchos casos, se optó por cavar zanjas y enterrarlos, nivelando las calles por encima.

Esta práctica explica la presencia de los artefactos en el subsuelo urbano y su hallazgo durante las recientes intervenciones.

Con información de Infobae.

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