Yuri Guzmán
La Fabada, un plato que trasciende el tiempo y las fronteras, es un regalo culinario que nos legó mi abuela, una mujer de raíces cubanas que supo cultivar el amor por la cocina en cada rincón de su hogar.
En su cocina, el aroma de los ingredientes frescos se entrelazaba con el viento que traía historias de sus orígenes, creando una experiencia que iba más allá de simplemente alimentarnos.
Cada vez que mi abuela preparaba la Fabada, la casa se llenaba de una calidez especial, como si el espíritu de sus ancestros danzara entre las paredes. Con movimientos seguros y llenos de cariño, mezclaba los garbanzos con chorizo y diferentes carnes, creando un guiso que se convertía en un abrazo reconfortante en cada plato, tal como lo cuenta mi madre. A pesar de ser una receta tradicional española, en su versión cubana se impregnaba de la esencia de su herencia, haciéndola aun más especial.
Los más de diez hijos de mi abuela, cada uno con sus propias historias y personalidades, se reunían alrededor de la mesa, ansiosos por disfrutar de ese plato que había sido testigo de tantas risas, anécdotas y momentos compartidos. La Fabada no solo alimentaba sus cuerpos; era un lazo que unía generaciones, una tradición que se mantenía viva a través de cada cucharada.
Al saborear ese guiso, recordamos a nuestra abuela, su risa contagiosa y su habilidad para convertir ingredientes sencillos en magia. La Fabada se convirtió en un símbolo de amor y unión familiar, un legado que perdura en cada una de nuestras familias, donde siempre hay un plato humeante listo para ser compartido. En cada bocado, celebramos nuestras raíces y el abrazo cálido de la memoria, manteniendo viva la herencia de mi abuela y la historia de aquellos que, como ella, llevaron consigo el sabor de su tierra a nuevos destinos.
FABADA ASTURIANA
INGREDIENTES
½ kilo Garbanzo chico, remojadas desde la noche anterior
½ kilo de lomo de cerdo, en cubos
250 gramos de tocino en trocitos
4 o 5 bolas de chorizo en trozos
½ kilo de pollo en trocitos
½ kilo de falta de res en trocitos
½ cebolla
2 dientes de ajo
1 hoja de laurel
1 chilacate, desvenado y sin semillas
1 chile ancho, desvenado y sin semillas
1 chile mirasol, desvenado y sin semillas
Sal, al gusto
Procedimiento
Enjuaga los garbanzos remojados, colócalos en una olla y cúbrelas con por lo menos 3 centímetros de agua. Deja que el agua hierva a fuego alto, reduce el fuego a bajo, tapa y cocina hasta que los garbanzos empiecen a suavizarse, aproximadamente 40 minutos en olla normal 20 en exprés. Si es necesario, agrega más agua.
Aparte, cuece la carne por separado con agua, sal, coloca los cuadritos de carne, cebolla, cebolla, diente de ajo y laurel. Reserva la carne cocida y desecha el caldo.
Mientras la carne esta lista se remoja los tres chiles en agua caliente hasta que estén bien suaves, entre 25 y 30 minutos, y después los licúamos con 1 diente de ajo. Reserva.
Fríe el chorizo y el tocino en su propia grasa hasta que se haya dorado, retíralo del sartén y reserva. Agrega la salchicha para que se dore en la grasa del chorizo y tocino, retíralo y reserva. Desecha el exceso de grasa del sartén y vierte la salsa de chiles que previamente licuado; cocina durante unos minutos.
Cuando los garbanzos se hayan ablandado, agrega a la olla las carnes cocidas, el chorizo, el tocino, la salchicha y salsa de chiles. Revuelve y agrega un poco de knorr suiza hasta que hierva.
Disfruta con tus seres queridos que serán esas anécdotas las que te hagan saborear los recuerdos de la vida
