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Punto de quiebre

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Por: Carlos Anguiano Zamudio

La historia de nuestro país se escribe de momento a momento. Impreciso sería clasificar o etiquetar a los ajustes macro y micro políticos que se presentan en lapsos cortos de tiempo. Un sexenio debe analizarse y dividirse en lapsos, debe contextualizarse, debe interpretarse acorde a las circunstancias interiores del país y a su interacción global.

Calcular el futuro y predecir los acontecimientos políticos por venir, generalmente se hace a base de trazos gruesos, de burdos pincelazos impregnados de tinte emocional, de filias, de fobias, desdeñando la prospectiva, la planeación estratégica situacional e ignorando los ajustes tácticos y reacomodos que surgen de una estrategia tan dinámica como el comportamiento social.

Índices y porcentajes de efectividad, de popularidad, de aceptación, intención del voto, preferencias, profundidad negativa y rechazo, se mueven constantemente. La matemática y la ciencia económica dan soporte científico a la actividad política, procurando equilibrar lo incierto de las ciencias sociales, para dar método y forma de evaluación, medición y control de la política, de los políticos, de sus obras, de sus programas, de sus acciones. Hoy los indicadores del Presidente no son alentadores, sin embargo, no es el momento de preocuparnos por ellos.

México ha entrado en una crisis internacional que obliga a fortalecer al gobierno, que exige respaldar al Presidente. Dar unidad de mando y autoridad al Presidente es una fortaleza indispensable. A inicios de los años 90, a invitación de Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, el escritor peruano metido a político, en un programa de debate televisivo denominado “El siglo XX: la experiencia de la libertad”, criticó sin censura a la política mexicana: «Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante». «México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México», sentenció.

Dentro de ese señalamiento de perfección, encerró la apreciada ventaja que encierra la no reelección del presidente, a quien dibujó como un personaje cuasi todo poderoso con abrumador poder discrecional, con un reino extendido por la totalidad del territorio pero por un plazo finito de 6 años. Sin duda alguna, México avanzó concentrando unidad de mando y decisiones concentradas durante el siglo XX, afectando a la libertad, desdeñando la transparencia y la rendición de cuentas, censurando o controlando la opinión pública y a los medios de comunicación. Fueron otros tiempos, con formas y estructuras políticas que han quedado anacrónicas, obsoletas, aunque aún haya quien las intente practicar y conservar. Siendo el fondo y la forma los dos pilares sobre los que se sostiene toda la actividad política, es evidente que en este país se ha apostado con entusiasmo a cambiar las formas, pero que se ha dejado el fondo intacto. Esto es, los mexicanos seguimos procurando cambiar los rostros y los nombres de quienes toman las riendas de la política nacional, pero detrás de una mascarada de colores, personajes e historias narrativas, poco o nada se ha logrado modificar en el fondo al sistema político mexicano, ni disminuir el poder e influencia de los poderes fácticos que coexisten y se intercalan con los actores políticos protagónicos, que intentan y hasta ahora han logrado conservar el status quo y proseguir con el poder real de decidir el rumbo, los tiempos, el ritmo y las partituras a seguir.
Nuestra democracia ha logrado cierto grado de certeza, de equidad, de legalidad, de confianza. Los juegos políticos en México surgen en una parte, de los partidos políticos, pero la alineación y el equilibrio se ven sumamente influidos por el acomodo de piezas clave, a partir de la influencia y el poder que emana de grupos reducidos de personas, empresas e intereses no públicos.

Ahora que atravesamos la peor crisis de confianza registrada en la historia del México moderno, las visiones catastróficas al parecer han tocado fondo. Por primera vez, los mexicanos encontramos un factor de unidad que pone en pausa nuestra confrontación de forma por ver quien continúa con el mismo sistema político mexicano, al darse cuenta de que el nivel de daño afectaba ya a todos y que hay peligro inminente de confrontación con los Estados Unidos.

Serenidad, madurez y patriotismo deben hacer de lado las pretensiones partidistas y respaldar en un solo bloque, por supervivencia de todos, al presidente de México para dar la batalla exterior. Circunstancialmente le ha tocado a él ser quien dirija al país entero en esta lucha coyuntural. Si lo hace bien, la historia registrará de manera diferente su actuar y su legado. El momento es de suma e incluso Andrés Manuel López Obrador y los principales partidos políticos nacionales, le han manifestado respaldo, confianza y apoyo irrestricto para defender a México y a nuestra soberanía.

No elegimos luchar bajo estas reglas, pero el neo nacionalismo gringo obliga a dejar para después nuestras luchas internas, a sacar la casta, a hacer un solo bloque nacional de contención para salir adelante. La intención no es ni debe ser fortalecer a ningún partido ni a ningún político en particular, pues necesitamos fortalecernos en bloque.

Tiempos difíciles exigen medidas extremas. La unidad es la mejor herramienta para salir adelante de este nuevo desafió.

www.inteligenciapolitica.org
@carlosanguianoz en Twitter

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Periodista, resignado Atlista, enamorado de mi ciudad y de mi Estado. De L a V en punto de las 7am al aire @1070noticias http://bit.ly/oYJFU2